lunes, 25 de noviembre de 2013

El Papa cierra el Año de la Fe que inició Benedicto XVI

·         60.000 peregrinos abarrotaron la plaza de San Pedro

·         «Cristo es el centro de la creación, del pueblo y de la historia», recordó durante la homilía.

El Papa besa el relicario con los fragmentos de los huesos de San Pedro Efe

Darío Menor. Corresponsal en la Santa Sede. 
Si el creyente quiere serlo de verdad, debe «reconocer y acoger la centralidad de Jesucristo» en todas las facetas de su vida, «en sus pensamientos, en sus palabras y en sus obras». Ése fue el mensaje principal que dejó el Papa Francisco a los más de 60.000 fieles que participaron ayer en la solemne misa celebrada en la plaza de San Pedro, a pesar del frío y la amenaza de lluvia. Este acto puso fin al Año de la Fe. El Pontífice comenzó su homilía acordándose del ya Papa emérito Benedicto XVI, que fue quien promovió esta iniciativa, mostrándole su «afecto y reconocimiento por este regalo que nos ha hecho».
«Nos ha ofrecido la oportunidad de redescubrir la belleza de este camino de fe que comenzó en el día de nuestro bautizo, que nos hizo hijos de Dios y hermanos en la Iglesia. Un camino que tiene como meta final el encuentro pleno con Dios, y durante el cual el Espíritu Santo nos purifica, nos eleva, nos santifica, para hacernos entrar en la felicidad que anhela nuestro corazón», comentó el Pontífice, explicando así el objetivo principal del Año de la Fe. Con él concelebraron la Eucaristía más de 1.200 cardenales, obispos y sacerdotes. Entre ellos se encontraban los patriarcas y arzobispos mayores de las Iglesias católicas orientales, para los que el Pontífice tuvo unas palabras de cariño.
Además de ofrecerles un saludo «cordial y fraterno», destacó que el intercambio de la paz con ellos durante la ceremonia simbolizaba sobre todo «el reconocimiento del obispo de Roma hacia estas comunidades, que han confesado el nombre de Cristo con una fidelidad ejemplar, pagando con frecuencia un alto precio». En su recuerdo a los cristianos orientales, manifestó su deseo de que aquellos que viven «en Tierra Santa, en Siria» y en toda la región consigan «el don de la paz y de la concordia».
En su homilía, en la que nuevamente volvió a improvisar y a sorprender a los asistentes con su lenguaje coloquial, Francisco insistió en que Cristo es «el centro de la creación, del pueblo y de la historia» y advirtió que, cuando se pierde este concepto poniendo «cualquier otra cosa» en lugar de Jesús, se producen sólo «daños, tanto para el ambiente que nos rodea como para el hombre mismo». Ayer se celebraba la solemnidad de Cristo Rey y el Santo Padre recordó por ello la búsqueda que hizo el pueblo de Israel para encontrar la figura ideal de rey. «Estos hombres buscaban a Dios mismo: un Dios que fuera cercano, que aceptara acompañar al hombre en su camino, que se hiciese hermano suyo». Ese «hermano» que buscaban es Cristo, «alrededor del cual se constituye el pueblo, que cuida de su pueblo, de todos nosotros, a precio de su vida. En él somos uno; unidos a él, participamos de un solo camino, un solo destino».
Acabó el Papa Francisco su homilía incidiendo en la lectura evangélica sobre el buen ladrón. La promesa que Jesús le hizo cuando estaba crucificado significa una esperanza para todos los católicos. «Hoy todos podemos pensar en nuestra historia, en nuestro camino. Cada uno tiene el suyo: cada uno tiene sus errores, sus pecados, sus momentos felices y sus momentos oscuros». Les pidió luego el Sumo Pontífice a los presentes que se dirigieran a Jesús asumiendo su condición de pecadores y pidiéndole que se acordara de ellos. «La promesa de Jesús al buen ladrón nos da una gran esperanza: nos dice que la gracia de Dios es siempre más abundante que la plegaria que se le ha pedido. El Señor siempre da más de lo que se le pide, es muy generoso», aseguró Francisco.
Por otro lado, la Santa Sede realizó una colecta a favor de la población filipina afectada por el tifón. Así, según indicó el presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, Rino Fisichella, esta colecta de dinero se realiza «como signo de participación concreta y solidaria con quienes comparten la misma fe y están en situaciones de necesidad extrema». Para Fisichella se trata de una «contribución de los peregrinos por el Año de la Fe a tantos hermanos y hermanas que han sido tocados por esta calamidad y están en situaciones de profunda necesidad». Además, apuntó que el Papa Francisco ha repetido durante los primeros meses de su pontificado que la importancia de «vivir la fe tocando la ''carne'' de Cristo en los pobres y en los que sufren».
Después de la misa, el Papa dirigió la oración del Ángelus. En su alocución previa a la oración mariana hizo un reconocimiento a la labor de los misioneros y se acordó de Junípero Serra, el misionero franciscano español de cuya muerte se celebra el tercer aniversario. «Nuestro reconocimiento a los misioneros que durante los siglos han anunciado el Evangelio y esparcido la semilla de la fe en tantas partes del mundo», dijo el Papa. Además, dio las gracias a los impulsores del Año de la Fe. En particular, citó al arzobispo Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, el dicasterio vaticano que ha organizado las actividades de esta iniciativa. «Le doy las gracias de corazón a usted y a todos sus colaboradores. ¡Muchas gracias!».
Las reliquias de San Pedro, expuestas por primera vez
Por primera vez las reliquias de San Pedro fueron expuestas durante una ceremonia ante decenas de miles de fieles que otro domingo más abarrotaban la plaza de San Pedro del Vaticano. Era un gesto con el que la Santa Sede subrayaba la importancia de la misa de ayer, con la que concluía el Año de la Fe, proclamado por el ya Papa emérito Benedicto XVI y continuado por Francisco. De hecho, en un momento de la Eucaristía, mientras se rezaba el credo, el Papa Francisco tomó en sus manos la urna de bronce en la que se guardaban los huesos que pertenecerían al Apóstol Pedro. En la caja podía leerse la siguiente inscripción en latín: «Huesos hallados en el hipogeo de la Basílica Vaticana, que se considera que son del beato Pedro Apóstol». La exhibición de las reliquias, anunciada por el arzobispo Rino Fisichella, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, ha reabierto el debate sobre si los restos que contiene la urna son o no los del apóstol. Fisichella no quiso entrar en polémicas y aseveró que lo importante era que «habían sido reconocidos por la tradición católica». El relicario se conserva desde 1971 en la capilla privada del Papa, dentro del apartamento pontificio. Los huesos fueron hallados en 1950 en unas excavaciones bajo la basílica vaticana comenzadas en 1939. Tras 30 años de investigaciones, en 1968 el Papa Pablo VI indicó que estos restos óseos eran considerados las reliquias del Apóstol Pedro.
El detalle
Un español entre las 36 personas que recibieron el «Evangelii gaudium»
En la parte final de la Eucaristía, el Papa entregó una copia de su exhortación apostólica «Evangelii gaudium» («La alegría del Evangelio») a 36 representantes de los 1.300 millones de católicos. Había un obispo, un sacerdote, un diácono, religiosos, catequistas, una familia, miembros de movi-mientos, artistas... Y finalmente, también dos periodistas, uno de ellos español. Se trata de Javier Martínez-Brocal, director de la agencia de noticias para televisión Rome Reports, galardonada con el premio ¡Bravo! que otorga la Conferencia Episcopal Española en 2010. El contenido de la exhortación apostólica no se hará público hasta mañana, cuando la Santa Sede presentará el texto.

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