jueves, 26 de diciembre de 2013

Castro citará a la Infanta con tiempo para que la Audiencia se pronuncie

PABLO MUÑOZ / MADRID
EFE

La instrucción del caso Nóos, que se prolonga desde julio de 2011, entraen su momento más crítico. A principios de año, quizá el 7 de enero, el juez José Castro dictará un auto en el que o bien archivará las diligencias respecto a Doña Cristina, o bien fijará una fecha para citarla como imputada. Sería la segunda vez que lo hace -en la anterior ocasión la Audiencia de Palma decidió suspenderla porque no había indicios para mantener esa condición de la Infanta-, pero todas las fuentes consultadas por ABC, jurídicas y judiciales, coinciden en queahora el magistrado no dará el paso si no tiene unas garantías mínimas de que la Sala va a respaldar su criterio. No solo eso; las mismas fuentes sostienen que daría tiempo suficiente a la Sección Segunda para que resuelva los recursos que se puedan presentar antes del interrogatorio -desde luego, el de la defensa de la Duquesa de Palma-, de forma que llegaría a esa diligencia con su respaldo.
El futuro del caso Nóos se escribe en varios tableros. Sin duda, en el jurídico, en el que el juez Castro parece haber hecho una cuestión personal de la imputación de Doña Cristina -no hay precedentes de que se investigue durante más de ocho meses a una persona que ni siquiera está imputada-, y en el que el fiscal Anticorrupción Pedro Horrachla persona que planificó, diseñó e impulsó la delicadísima investigación, se opone frontalmente a esa medida. Ambos habían ido de la mano hasta que se planteó esta cuestión y ahora esa relación está rota.
La primera imputación
Pero hay más escenarios. Sin duda, también el de la Audiencia Provincial de Palma, donde con motivo de la primera imputación de la Infanta se vivió uno de esos episodios poco frecuentes en nuestro sistema judicial. Según las fuentes consultadas, Castro sabía, o al menos sospechaba, que el ponente de la Sala que resolvería sobre el recurso presentado por Horrach contra esa medida compartía su criterio. En la mayor parte de los casos, cuando ese magistrado, en este caso Juan Giménez, adopta una postura, sus dos compañeros la respaldan. Esa vez, sin embargo, no fue así. El presidente de la Sección Segunda y el tercer juez que la formaba estudiaron los escritos de la Fiscalía y la defensa de Doña Cristina y discreparon de su colega. Por ello, fue el propio presidente quien redactó el auto de suspensión de la imputación, mientras que el texto del primer ponente, favorable a la misma, se convirtió en un voto particular.
Por supuesto, el instructor del caso Nóos acusó el golpe, porque había dictado un auto de imputación con catorce indicios de supuesta culpabilidad de la Infanta que consideraba incontestables. Y además vio cómo la Sala recogía, casi uno por uno, los argumentos exculpatorios del fiscal. Eso sí, la propia Sala, en una de esas piruetas jurídicas difíciles de entender extramuros de la Audiencia de Palma, dejaba abierta la posibilidad a que Doña Cristina pudiera haber cometido un delito fiscal, o incluso de blanqueo. Castro, al menos, tenía algo a lo que agarrarse para seguir adelante.
Tras ese varapalo, nadie cree que el magistrado se arriesgue a sufrir un nuevo revolcón, por lo que las fuentes consultadas piensan que solo dará el paso de imputar si tiene garantías de que la Sala no estimará los recursos que se puedan presentar.
El tercer tablero de esta partida sin precedentes en la historia de España se juega en un terreno, a priori, más técnico y con menos aristas: el de la Agencia Tributaria. El propio juez encendió la mecha al intentar imponer un experto «ad hoc» de su confianza para analizar las cuentas de la Infanta. Era abiertamente contrario a la normativa -es Hacienda la que decide qué inspectores hacen el auxilio judicial-, pero es que además el elegido, sin duda muy competente, trabajaba para Vigilancia Aduanera y solo tiene como titulación tres años… de periodismo.
Los sucesivos informes de los expertos de Hacienda designados para este asunto -son los mismos desde el comienzo de la instrucción y han logrado hitos como levantar el velo societario del Instituto Nóos y descubrir los delitos fiscales de Iñaki Urdangarín- precisaban que no se podía imputar a la Infanta ni por delito fiscal -tampoco, por cierto, a Ana María Tejeiro, mujer de Diego Torres- ni por blanqueo.
Sin precedentes
El juez no se conformó y pidió nuevos análisis, e incluso llegó a ordenar a los inspectores cómo hacerlos, en lo que supone una práctica sin precedentes. Ni siquiera así se podía imputar a Doña Cristina los cargos que parecía pretender Castro, aunque eso no le impidió pedir a las partes su opinión sobre la imputación. Sería la primera vez que un juez acusara a alguien de delito fiscal y blanqueo en contra de los informes técnicos de la Agencia Tributaria.
Pero aún queda un cuarto tablero, el de la opinión pública. En este hay un claro ganador: el juez Castro. La Fiscalía es un órgano jerarquizado -lo era también cuando Pedro Horrach comenzó a investigar a Urdangarín, pero eso ya no cuenta-, y su máximo responsable, Eduardo Torres-Dulce, ha sido nombrado por el Gobierno. También la Agencia Tributaria depende del ministro de Hacienda, de modo que es muy sencillo difundir la idea de que es el Ejecutivo de Rajoy el que ha ordenado detener este asunto… Por medio queda la profesionalidad y honorabilidad de fiscales o inspectores, cuyo futuro económico o personal no depende del gobierno de turno, pero eso es lo de menos. El fiscal, en sus escritos, ha luchado contra esta visión, pero sabe que es una batalla perdida.
¿El futuro previsible? Si se cumple el guión previsto por las fuentes consultadas, el 7 de enero, o en torno a esa fecha, Castro citará a la Infanta como imputada por delito fiscal y blanqueo. En principio, esa declaración se produciría a finales de febrero o principios de marzo, de modo que la Audiencia Provincial tendría tiempo para resolver los recursos, que no son suspensivos, que se puedan presentar.
Un escrito breve
Una de las dudas es si optará por hacer un auto de imputación muy motivado como el primero, aunque eso tiene el inconveniente de que la Sala tendría que entrar en el fondo del asunto para resolver los recursos. Y tiene la opción, más segura para él, de hacer un escrito muy breve en el que simplemente comunica su decisión. La Sección Segunda, en ese caso, simplemente podría limitarse a sancionarla o no, dejando para más tarde su pronunciamiento final. Salvaría el tipo a Castro y en el momento procesal oportuno dejaría claro su criterio, ya con la declaración de la Infanta sobre la mesa.

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