domingo, 23 de marzo de 2014

Grupos radicales arrasan el centro de Madrid

TATIANA G. RIVAS / MADRID


Un millar de antisistema hiere a medio centenar de policías y destroza Recoletos, el Prado y Colón. Tres menores entre la veintena de detenidos.

EDUARDO DE SAN BERNARDO

De la dignidad, a la vergüenza. De la proclama contra los recortes de la gente cívica (y en pos de la República entre otras rimas), al arrojo del adoquín sin pudor y los cócteles molotov ardiendo. Así arrancaron 1.500 radicales los «peores disturbios de la legislatura», como los calificó el Ministerio del Interior. Los grupos antisistema llegaron desde todos los puntos de España y desataron de forma organizada una batalla campal sin sentido en el eje de Recoletos, que quedó arrasado a su paso. Ése fue el escenario de su inexplicable actuación sin argumento e ideología, sin reivindicaciones; una algarada salvaje como no se había visto en los últimos tiempos en la capital. Entre medias, viandantes y turistas atemorizados y perplejos. Madrid quedó sitiada y destrozada en parte por estos antisistema. [Vea una fotogalería sobre los efectos de los altercados en Madrid]
Detrás de la «fiesta» del destrozo final que tenían reservada para sí estos grupos extremistas estuvo Izquierda Castellana, Coordinadora Antifascista, anarquistas, independentistas catalanes, vascos, gallegos y CGT, según especificó Interior. El saldo ha sido demoledor: 88 heridos, de los cuales 55 eran policías. 15 fueron trasladados a hospitales en estado leve, según informó Samur-Protección Civil; 24 detenidos, entre ellos tres menores, otros tres pertenecientes al sindicato abertzale ASK y dos que ya participaron en el asalto a la facultad de Derecho de la Complutense hace unos meses. Se les acusa de los delitos de agresión a la autoridad y destrozo de mobiliario urbano. Interior destacó que dos policías nacionales resultaron heridos de gravedad. A uno de ellos le quitaron el casco a patadas y le dejaron en estado inconsciente. Incluso llegaron a clavar cuatro puñaladas a otro de los agentes de la Unidad de Intervención Policial (UIP) -había 1.700 efectivos repartidos por el centro-, pero el chaleco le salvó la vida. Como se preveía y temía, la manifestación en la que participaron unas 40.000 personas -según la Delegación del Gobierno- reveló su cara más radical cuando los antisistema, sin esperar a que culminara la protesta legal (con autorización hasta las nueve de la noche) acamparon junto al Café Gijón, en el número 13 del Paseo de Recoletos.
La acampada, el origen
Allí se empezó a atrincherar una sospechosa masa que auguraba lo peor. Protegían su campamento, que retaba a la autoridad policial y gubernamental, con sus caras tapadas, sus capuchas echadas y las mochilas repletas de «armas» para desatar la contienda. Y sumaron su carga arrancando adoquines de la vía, vallas, tomaron sillas, destrozaron sucursales bancarias (más de 20), comercios, marquesinas, prendieron papeleras y contenedores y lanzaron todo tipo de mobiliario a diestro y siniestro, sin importar a quién cayera. Prendieron una línea de fuego en la carretera al grito de «resistencia» para evitar que avanzaran los agentes. La medida carga policial no se hizo esperar. Pero la virulencia antisistema era tal que llegaron a provocar el repliegue de la policía al paso de un camión de bomberos en Recoletos, utilizado de parapeto por los radicales. La gente que nada tenía que ver en esa locura huía y se refugiaba en los establecimientos abiertos, en la estación de Cercanías. Y «los que querían más», reían y se resarcían del caos generado. «Les hemos hecho recular», se decían los que continuaban calentando el ambiente con insultos y lanzamiento de piedras.
Los disturbios comenzaron cuando se alcanzó el objetivo final de la manifestación (Plaza de Colón), en torno a las 20 horas, en sentido de bajada hacia Atocha, sucediéndose en todo el eje de Recoletos, incluso en las inmediaciones del Ayuntamiento. En Colón, en la parte más pegada a Génova empezó el lanzamiento de botellas, petardos y cohetes a la Policía. Y de ahí hasta la plaza del Emperador Carlos V todo fue guerra. La diosa Cibeles, en menor medida, también sufrió el asalto de los radicales, que quitaron dos de las banderas de España poniendo en su lugar la bandera negra de los anarquistas.
Entre los asistentes a la «Marcha de la Dignidad» se encontraba elactor Willy Toledo y la periodista Olga Rodríguez, que leyeron en la plaza de Colón el manifiesto. Toledo -autoexiliado en Cuba- fue señalado como el «líder» de las protestas. El alcalde del pueblo sevillano de Marinaleda, más conocido como el asaltante de supermercados Sánchez Gordillo, capitaneó esta marcha que culminó en contienda. Este domingo hay convocada otra acción: «Rodea el Bernabéu», donde también se podrían producir graves enfrentamientos, coincidiendo con el clásico entre el Real Madrid y el Barcelona, a las 21.00 horas.

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