domingo, 31 de agosto de 2014

DOS VIEJOS AMIGOS, DOS OBISPOS BUENOS

Autor: Pablo Cabellos Llorente

         Hace un cierto tiempo que se habla de cambios episcopales para dos sedes  importantes: Valencia y Madrid. La verdad es que no he hecho mucho caso a tales especulaciones, porque siempre pienso en estos casos que ya sucederá lo que tenga que suceder. Y ahora ya ha ocurrido: nuestro buen Arzobispo Carlos Osoro nos deja para ir a Madrid. En principio, para los valencianos, es una noticia triste. Se va de Valencia un gran obispo, un hombre sencillo, pastor bueno, al que no hay que insistir para que vaya a tal o cual lugar.

         La pena queda sobradamente calmada con la noticia de que un valenciano amigo, un cardenal viene a Valencia como nuevo arzobispo. Casi cien años sin un obispo valenciano en Valencia. Por hay otros lugares sembrados de obispos valencianos. Don Antonio Cañizares, como diría Machado, es un hombre bueno en el buen sentido de la palabra, porque es sencillo, cordial, amable, pero sabe muy bien lo que lleva entre manos. Yo ni me planteo el porqué del cambio porque ambos son buenos para los dos sitios y tal vez porque la Santa Sede trata de evitar en lo posible enviar un obispo al lugar en que ha sido sacerdote. Y no hemos de olvidar que el cardenal Cañizares estuvo años en Madrid antes de ser obispo, con cargos importantes en la Diócesis capitalina y en la Conferencia Episcopal Española. Ahora devuelve el cardenalato a nuestra diócesis.

         Pero se me está yendo la tecla sin que escriba algo que responda al título de estas líneas. Y es que, cuando se va teniendo cierta edad, se tienen más amigos por todas partes. Es una ventaja. Como por diversos motivos pastorales he debido tratar con muchos obispos, hace mucho tiempo que conozco a ambos. Y se lo agradezco a la Providencia, porque es bueno conocer personas buenas. Aunque la vedad es que un sacerdote ha de conocer a gente de todo tipo, siempre con el ánimo de ayudar a mejorar. Nuestros dos arzobispos no han sido conocidos por mí para ayudarles a mejorar. En todo caso,  ellos  me ayudaron a mí.

         Conocía menos a don Carlos, porque enlacé  con él en esos muchos actos de ordenaciones episcopales y tomas de posesión a los que he  asistido. Pero como es un hombre sencillo, es muy fácil trabar conversación con él. Creo recordar que la última antes de venir a Valencia, fue en la toma de posesión del anterior obispo de Alicante que, como es sabido, hace su entrada en Orihuela montado en una mula blanca. Habíamos comido en el Colegio de Santo Domingo, bellísimo edificio oriolano. Salimos a esperar al nuevo obispo. Mientras aguardábamos, y después siguiendo la comitiva, estuve charlando con don Carlos, entre otras cosas del cariño que tenía al entonces mi colega a quien correspondía la diócesis de  Oviedo. Señaló tantas cosas buenas de él, que detuvo la conversación para decir: a lo mejor te extrañas de esto, pero lo digo porque yo quiero mucho a Ángel.

         Cuando vino a Valencia, me llamó una secretaria para decir que el Arzobispo quería verme. Pregunté si no sería un error puesto que ya no era vicario del Opus Dei. Me respondió que no, que ya había recibido al vicario, pero que deseaba verme a mi. Acudí con mucho gusto. No sé si fue un detalle por nuestro anterior conocimiento, por mi amistad con don Agustín –el arzobispo anterior, que fallecería poco después siendo cardenal-, pero quiso preguntarme algo que no sería discreto narrar. Más adelante fui a verle para pedirle que presentara mi libro “Encontrarse con Cristo”. Me respondió afirmativamente antes de que expusiera  el tema. No exagero. Fue así porque así es don Carlos: un sí siempre para todos. Y me lo presentó.

         Más antigua es mi relación con el cardenal Cañizares. Nos conocíamos ya, pero consolidó nuestra amistad algo fortuito. Yo había acudido a una reunión de sacerdotes en el seminario de Madrid. Había sacado mi coche, llovía y vi a Antonio Cañizares en la puerta. Le ofrecí llevarlo. Se resistía por no querer molestar, pensando que iba lejos, a la sede de la Conferencia Episcopal. Antonio, le dije, si yo vivo al lado. Y subió al coche. Tal vez por agradecimiento a tan poca cosa, comenzó un mayor trato, muy fácil porque es, como don Carlos, sencillo y de trato fácil. También don Carlos es bueno en el buen sentido de la palabra.


         Como se acaba el espacio, recuerdo que, siendo Arzobispo de Granada, tuvo un grave accidente de circulación su sobrino suyo, que vivía con él, pero estando unos días  en Utiel, sufrió el serio percance. Fui a visitarlo varias veces al Hospital General de nuestra ciudad. El sobrino estaba en la UVI y el tío velaba constantemente a la puerta. Le llevé una estampa con reliquia de Monseñor Escrivá de Balaguer, aún no beatificado. El sobrino salió adelante y para que no “pelearan” por la estampa, pedí a Granada que le dieran otra. Son asuntos demasiado personales, pero los cuento porque tal vez ayudan a ver el talante de dos hombres buenos.

martes, 19 de agosto de 2014

A mi amigo Pedro Casquero, al cumplir “Un año de su muerte.”

Sin que casi nos hallamos dado cuenta, se ha ido un año de la muerte de mi gran amigo Pedro Casquero, aquel fatídico veinticinco de agosto de 2013.
A la amistad, se le pueden poner cuantas comas deseemos, pero jamás un punto y final, si es que de una verdadera amistad se trata, como era para mí la de Pedro Casquero.
En el caso de este gran amigo, solamente nombrarlo, “Pedro Casquero” y vuelve uno a ver como penden de él la cantidad de virtudes que este aglutinaba, que eran muchas y muy grandes, ya las mencione en las cartas que a su muerte le escribí y si quieren recordarlas aquí tienen un enlace que les llevara a una de ella.

O esta otra

Pero ya todo es historia, como historia fue su ejemplar vida, en todas sus facetas, como hijo, esposo, padre, abuelo y en mi caso gran amigo.

Es también ya historia el comportamiento de muchos amigos y sobre todo de la institución a quien tanto dio, Servicio Extremeño de Salud, que se limitó a encargar una Santa Misa, para asistir luego no más de un par de directivos a la citada ceremonia.

Creo, que a mi entender, Pedro Casquero, era merecedor con creces, de alguna Distinción Especial, por parte del Servicio Extremeño de Salud, o al menos a nivel de Complejo Hospitalario Infanta Cristina, pero nada de nada, estos políticos son insensibles a todo, y los empleados de estas instituciones solo hemos sido objetos de usar y tirar como si de algo material se tratara.

No voy a hacer aquí una recopilación de sus méritos como profesional, por dos razones, una que me tendría que extender demasiado y otra porque los que tuvimos el honor de ser compañero y amigo, las conocemos de sobra, al igual que conocemos sus méritos personales, pero como digo, los directivos de la Institución a la que tanto dio, parece y demuestran, no haberse enterado de nada, o no han sabido valorarlo, ya que a Pedro le gusto y se distinguió, por querer pasar siempre desapercibido, lo que le da aún más valor a todo cuanto hizo.

Pero para quien tuvo la gran suerte y el gran honor de haber sido su compañero y amigo, creo que la mayor distinción que puede uno hacerle, es colocarle una medalla en la que irían grabado los nombres de tantas y tantas personas a las que ayudo, sin escatimar esfuerzo.

Lógicamente para dar cabida a tantas y tantas personas, la medalla tendría que ser de dimensiones  gigantescas, pero solo es, la que el con su buen hacer y gran ejemplo se ha ganado.

Se, amigo Pedro, que estarás gozando de la presencia de Dios, pues solo te pido, que desde arriba, sigas ayudando como lo hacías aquí, será la única forma de que todos seamos algo mejor. Tus huellas, serán siempre imborrables.

Solo me resta, mirando hacia arriba, enviarte un gran abrazo y decirte: ¡¡Pedro, seguimos siendo amigos!!
Manuel Murillo Garcia. 

jueves, 14 de agosto de 2014

A quien todo lo dio, pero algunos se lo niegan.

Ya con setenta años cumplidos, he conocido en la vida, casos, personas o comportamientos  de estas que me han llamado la atención, pero nunca como el caso que nos ocupa.
Si hay una persona que le haya gustado ayudar a los demás, ha sido Pedro Casquero.

¿Cuántas noches,  a buen seguro, se  ha pasado dándole vueltas, para ver cómo solucionar el problema de un amigo o compañero?

¿Cuantas veces, ha hablado o ha intercedido por un amigo, para ser visto por un médico? Cosa que para él no lo hacía.

¿A cuántos amigos recurrió para solucionarle algo a otro amigo?

¿A cuántos, cada año les hacia la Declaración de la Renta, sin abandonar su trabajo normal, lo que le hacía quitarse muchas horas de descanso?

¿Cuántas Pensiones  o problemas ante el INS habrá solucionado?

¿A cuántos ha enseñado a trabajar y siempre con la mayor humildad?

¿Cuántos trabajos ha realizado a sabiendas que le correspondían a otro?

La lista sería interminable y bien podría citar infinidad de casos que he conocido a lo largo de mi vida profesional, que por circunstancia y desde mi entrada en el Complejo Infanta Cristina, las hemos vivido muy unidos.

Se y me consta a ciencia cierta, que era una persona muy muy querida en el Complejo Hospitalario, donde siempre fue un verdadero ejemplo.

Dios, que todo lo puede, decide llevárselo el veinticinco de Septiembre de este mismo año, aun han pasado dos meses.
Pues ese hombre tan querido, tan apreciado por todos, como ya no puede materialmente ayudar a nadie, parece que todo se ha olvidado.

Para esas personas desagradecidas, mezquinas diría yo, que tal vez no creen en el más haya  y no se den  cuenta, que a Pedro, que siempre le gusto ayudar, ahora al estar en presencia de Dios lo podrá hacer y lo hará aún más que antes, e incluso con aquellos que parecen haber olvidado sus obras aquí en la tierra.

Fundamento este último párrafo, en la experiencia vivida en los últimos actos piadosos, que para interceder por el eterno descanso de su alma se han organizado y a los que solo han asistido, la familia y jamás se llegó a la veintena de amigos, he incluso en el ultimo la familia, compadres y un par de amigos.

Es difícil de verdad entender como somos, como se va perdiendo el verdadero Amor, pero claro, ¡¡Si no queremos a Dios!! Vamos a querer a un amigo o compañero.
Cunetas palmaditas en la espalda le habremos dado, cuantos abrazos, para expresarle nuestro cariño, o al menos nuestro agradecimiento, cuantas veces le habremos dicho: “si algún día necesitas algo, aquí estoy yo”

Toda una gran mentira, si tras su fallecimiento nos olvidamos de él.

Pues yo si sigo siendo su amigo, si lo recuerdo y hoy día de los difuntos aún más, pediré por el para que goce cuanto ante de la presencia de Dios. Yo si me sigo sintiendo para siempre, amigo de Pedro Casquero.

jueves, 7 de agosto de 2014

FOTOGRAFÍAS DE FACEBOOK


A partir de hoy día siete de agosto de 2014, esta entrada se ira nutriendo con aquellas fotografías, que sean puesta en Facebook y que hayan tenido un buena aceptación.