Hoy a muerto Guillermo Cerrato, al que todos conocíamos como
Guillermo, ese gran hombre al que todos los que tuvimos el gran honor de
conocer, teníamos que querer por méritos propios.
No sé si en estos momentos seré capaz de hacer aún cuando sea una pequeña semplanza de esta gran persona, ya que tras su muerte, me siento aturdido, con un dolor tan grande que intentaré superarme, como él se superó siempre ante cualquier adversidad de la vida.
No sé si en estos momentos seré capaz de hacer aún cuando sea una pequeña semplanza de esta gran persona, ya que tras su muerte, me siento aturdido, con un dolor tan grande que intentaré superarme, como él se superó siempre ante cualquier adversidad de la vida.
Guillermo era un hombre sencillo, amable, muy amigo de sus amigos, siempre dispuesto a
ayudar y tratando de hacer feliz a cuanto le rodeábamos.
Hay que destacar su tesón, su buen hacer en el trabajo. Nadie
le regaló nada, todo cuanto tenía se lo labró él solo desde muy pequeño,
comenzando a trabajar muy joven y ha sido la vida y sus ganas de crecer lo que
le ha llevado a ocupar puestos de gran responsabilidad y poder sacar adelante a
su familia.
Ejemplo de marido, hoy recuerdo aquí a su fallecida esposa
Carmen, mujer también ejemplar y a la que Guillermo quiso con locura,
entregándose de lleno a ella. Ejemplo también de Padre, de esos encantadores
cuatro hijos a quienes siempre demostró querer tanto y por quienes luchó,
trabajando incansablemente gracias a lo cual los ha dejado muy bien situados y
con sus vidas bien encauzadas.
Me vienen tantos buenos recuerdos de él, ya que hemos
compartido tanto los buenos momentos como los no tan buenos. Recuerdo esos
ratos de charlas tan amenas, bien en el chalet de Los Montitos, o en su casa de
Almendralejo.
Me encantaba oirle contar sus vivencias de cuando joven, todo cuanto trabajó, pero sobre todo, estas charlas te enseñaban muchísimo, ya que te las contaba con una sencillez que te quedabas extasiado escuchándolas.
Me encantaba oirle contar sus vivencias de cuando joven, todo cuanto trabajó, pero sobre todo, estas charlas te enseñaban muchísimo, ya que te las contaba con una sencillez que te quedabas extasiado escuchándolas.
Fue un gran hombre, con un corazón inmenso del que brotaba
esa gran humanidad que siempre tuvo y esa sonrisa que jamás se apagó. Se daban
en él innumerables las virtudes, que lo hacían ser una gran persona.
Hoy cuando ya no está con nosotros, nos queda un inmenso
dolor, pero a la vez la alegría de haber podido compartir con él gran parte de
nuestra vida y haber podido gozar de su amistad, siempre incondicional.
Hombre de fe, hoy estará ya en el cielo junto a su querida
Carmen.
A sus hijos poco o nada puedo decirles que ellos no sepan, se
que ellos se sentirán orgullosos del Padre que Dios le concedió y yo desde
estas líneas lo único que puedo decirles es que me uno a su dolor y a sus
oraciones y si me lo permitís yo también digo que me siento orgulloso de haber
sido su amigo.
Manuel
Murillo Garcia