Ya con setenta años cumplidos, he conocido en la vida, casos,
personas o comportamientos de estas que
me han llamado la atención, pero nunca como el caso que nos ocupa.
Si hay una persona que le haya gustado ayudar a los demás, ha
sido Pedro Casquero.
¿Cuántas noches, a
buen seguro, se ha pasado dándole
vueltas, para ver cómo solucionar el problema de un amigo o compañero?
¿Cuantas veces, ha hablado o ha intercedido por un amigo,
para ser visto por un médico? Cosa que para él no lo hacía.
¿A cuántos amigos recurrió para solucionarle algo a otro
amigo?
¿A cuántos, cada año les hacia la Declaración de la Renta,
sin abandonar su trabajo normal, lo que le hacía quitarse muchas horas de
descanso?
¿Cuántas Pensiones o
problemas ante el INS habrá solucionado?
¿A cuántos ha enseñado a trabajar y siempre con la mayor
humildad?
¿Cuántos trabajos ha realizado a sabiendas que le
correspondían a otro?
La lista sería interminable y bien podría citar infinidad de
casos que he conocido a lo largo de mi vida profesional, que por circunstancia
y desde mi entrada en el Complejo Infanta Cristina, las hemos vivido muy
unidos.
Se y me consta a ciencia cierta, que era una persona muy muy
querida en el Complejo Hospitalario, donde siempre fue un verdadero ejemplo.
Dios, que todo lo puede, decide llevárselo el veinticinco de
Septiembre de este mismo año, aun han pasado dos meses.
Pues ese hombre tan querido, tan apreciado por todos, como ya
no puede materialmente ayudar a nadie, parece que todo se ha olvidado.
Para esas personas desagradecidas, mezquinas diría yo, que
tal vez no creen en el más haya y no se
den cuenta, que a Pedro, que siempre le
gusto ayudar, ahora al estar en presencia de Dios lo podrá hacer y lo hará aún más
que antes, e incluso con aquellos que parecen haber olvidado sus obras aquí en
la tierra.
Fundamento este último párrafo, en la experiencia vivida en
los últimos actos piadosos, que para interceder por el eterno descanso de su
alma se han organizado y a los que solo han asistido, la familia y jamás se
llegó a la veintena de amigos, he incluso en el ultimo la familia, compadres y
un par de amigos.
Es difícil de verdad entender como somos, como se va
perdiendo el verdadero Amor, pero claro, ¡¡Si no queremos a Dios!! Vamos a
querer a un amigo o compañero.
Cunetas palmaditas en la espalda le habremos dado, cuantos
abrazos, para expresarle nuestro cariño, o al menos nuestro agradecimiento,
cuantas veces le habremos dicho: “si algún día necesitas algo, aquí estoy yo”
Toda una gran mentira, si tras su fallecimiento nos olvidamos
de él.
Pues yo si sigo siendo su amigo, si lo recuerdo y hoy día de
los difuntos aún más, pediré por el para que goce cuanto ante de la presencia
de Dios. Yo si me sigo sintiendo para siempre, amigo de Pedro Casquero.
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