Autor: Pablo
Cabellos Llorente
El
título no es mío, sino de un amigo que me envió por WhasApp la fotografía de una
pregunta y la respuesta de Albert Rivera en declaraciones a un periódico
barcelonés. Ciudadanos estaba siendo un partido con un mensaje positivo, aunque
fuera huyendo de los temas conflictivos relacionados con la familia,
sexualidad, aborto, educación, etc. Ha hecho más hincapié en su programa
económico, en la corrupción, etc. Pero
el pasado 22 de abril se destapaba en
uno de esos asuntos silenciados. Interrogación: ¿Deben seguir recibiendo
subvenciones las escuelas que segregan a los alumnos por sexo? Ya la pregunta
se hace de modo torticero a base de emplear la palabra segregan, siempre teñida en negativo. La educación
diferenciada es una opción más, cuya esencia es el respeto a la diferencia y no
la segregación.
La
respuesta es clara en la primera palabra: “No. Respeto mucho quien confíe en
otros medios para educar a sus hijos, pero que lo pague cada uno. La educación
es un servicio público, la que pagamos todos, debe reflejar el modelo de
sociedad, en la que todos vivimos conjuntamente”. Es decir, esa sociedad no
puede ser plural, todos hemos de pagar el modelo que dicte el señor Rivera que,
por otro lado, no se sabe si es el estatal, concertado o privado de otro tipo.
No es baladí la cuestión porque acarrea asuntos de bastante calado. ¿Entiende
Rivera la libertad seriamente? ¿la admite para todos en las mismas condiciones?
Mire, donde no hay libertad escolar, sencillamente no hay libertad. ¿Se percata
de que la familia que adopte la educación diferenciada pagaría dos veces?: en
los impuestos, como todos, y en el colegio que haya elegido y que usted no
sufragaría. ¿Se dará cuenta el señor Rivera de que no argumenta nada?
Habla
de un modelo de sociedad en el que todos vivimos conjuntamente. No se sabe muy
bien qué quiere decir, porque se puede vivir así por mera yuxtaposición,
teniendo ideales similares, sabiendo convivir por encima de las diferencias o
por imposición totalitaria. La libertad es hermosa y hay que cuidarla.
Podríamos hablar de una ecología de la libertad, muy necesaria en estos tiempos que cabalgan
entre el pensamiento débil que a nada
conduce, salvo a frases biensonantes, o un larvado estatismo de sabor
marxistoide que nunca sabrá amar la libertad, porque es una imposición
dogmática en ámbitos propios del libre albedrío. En un tiempo en que se protege
especialmente la naturaleza –lo que es estupendo-, se descuida la esencia del hombre,
su libertad. Dan ganas de gritar con
Segismundo en “La vida es sueño”: y teniendo yo más alma, ¿tengo menos
libertad?
Declaraciones
de este tipo no son una novedad porque, de un modo u otro, esa idea y otras
parecidas -que atentan a la libertad consagrada por la Declaración Universal de
los Derechos del Hombre y por la vigente Constitución Española- son rancias. Es
más, recuerdan otros tiempos. Por ejemplo, en 1968 perdió el Gobierno de Franco por primera vez una
votación en las Cortes desde 1943, cuando Fernando Suárez solicitó, y
consiguió, la retirada de la subvención pública a la Universidad de Navarra,
tras la sesión más larga de esta Asamblea. Luego sería ministro. Puede observarse
que el mundo político no busca sólo la izquierda, sino también la derecha en su versión más estricta. Quizás
lo buscan para rascar votos de uno y otro lado, algo que, de un modo u
otro, lo intentan casi todos.
En “La
libertad posmoderna”, Alejandro Llano ha escrito: El logro de
la libertad de sí mismo es una hazaña existencial de
envergadura, imposible de alcanzar con las propias fuerzas. Se trata de lograr
la propia libertad respecto a nosotros mismos que, en no pocas ocasiones, luchamos
por alcanzar metas quizá opuestas a un sentido de la libertad que nos haga más
humanos, más personas que no se engañan, que no mienten, que no buscan lo
políticamente correcto, que emprenden cada día la apasionante aventura de vivir
una libertad lograda. Pero es harto difícil encontrar muchos políticos que
apuesten por la libertad, porque la mayoría intenta acomodarnos a la suya, tal
vez la que supuestamente agrada a la mayoría de sus posibles votantes. Sea
libre cada partido de proponer el programa que desee, pero tiene razón el amigo
autor del título: es bueno saber quién es quién a la hora de votar.
Y ya que estamos ante unas elecciones,
puedo añadir elementos que valoro a la hora de emitir mi voto, aún sabiendo que
ningún partido reúne todos. Esos valores son: el derecho a la vida del
concebido y no nacido, el mismo derecho para los ancianos que han de acabar el
curso de su existencia con el cuidado que merecen, la libertad de los padres
para elegir –todos en igualdad de condiciones- la escuela que deseen para sus
hijos, una sanidad para todos con libertad de gestión pública o privada, la paz,
la libertad religiosa y de las conciencias, el cumplimiento de las promesas
electorales. En materias relativas a la
vida, el Derecho ha quedado anticuado por los avances de la Biología.
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