Que el rezo del Rosario haga posible el
cambio de la situación de sufrimiento actual, pero también nuestro cambio de
vida
Suele suceder que cuando nos encontramos
abrumados por alguna situación, reaccionamos según el viejo dicho de: «¡Nos
acordamos de santa Bárbara cuando truena!», y que el miedo a lo que está
ocurriendo nos lleve a rezar. Pues bien, estoy escribiendo esta carta en la
primera semana de este mes, cuando los países de nuestra Europa se están
repartiendo el número de refugiados procedentes de la guerra en Siria, y cuando
las instituciones gubernamentales, civiles y religiosas empezamos a reaccionar
manifestando nuestra disponibilidad de acogida. Los próximos días van a ser
cruciales para enfocar bien las soluciones que demandan estos cientos de miles
de personas que vienen huyendo de la masacre que se está llevando a cabo en dicho
país.
El rezo del Rosario está especialmente
vinculado a momentos cruciales de la historia de esta misma Europa y aunque las
distancias temporales y las significaciones político−sociales sean muy grandes,
y distintas, sí quiero proponer este mes de octubre, tradicionalmente dedicado
al Rosario, la oración diaria del Rosario para que con María, la Virgen,
nuestra Señora, pidamos a Dios el que se den soluciones inmediatas a esta
realidad que estamos sufriendo y en la que Europa está muy directamente implicada.
Y, vuelvo al título de la carta de este
domingo: «¡Nos queda rezar!, o ¡Rezamos para empezar!» Probablemente viene bien
hacer las dos cosas, puesto que esta catástrofe con todas sus víctimas ni se ha
sabido evitar ni, como es evidente, se podrá resolver con nuestras solas
fuerzas humanas. Estamos siendo testigos de la incapacidad e impotencia
efectiva de los países más poderosos de la tierra. Siempre ¡nos queda rezar!,
pedir a Dios con insistencia que se acabe el conflicto y sepamos paliar sus
desastrosas consecuencias para esta gente que viene pidiendo refugio a nuestros
países.
Sin embargo, la propuesta de rezar:
¡para empezar!, no es menos importante en el sentido en que lo primero es, no
solo que se cumpla la ley internacional que implica a los países que nos
decimos civilizados, que como estamos viendo ya es mucho, sino que los
particulares hagamos lo que está a nuestro alcance, y esto lleva consigo
generosidad, renuncia y sacrificios que nos tocan muy de cerca.
Sí, vamos a rezar el Rosario todos los
días del próximo mes, y desgranando sus Avemarías podremos caer en la cuenta en
los Misterios Gozosos del propósito realizado de Dios Padre de enviarnos a su
Hijo para salvar al género humano. En los Misterios Dolorosos veremos a
Jesucristo asumiendo el sufrimiento que la maldad humana es capaz de producir.
En los Misterios Luminosos sentiremos la llamada a vivir como Jesucristo,
metido de lleno en nuestra historia, convocando a todos a poner la mesa común
de la Eucaristía, para sabernos hermanos. Y en los Misterios Gloriosos
contemplar el final que se tiene que dar a todas esas desgracias por la
resurrección de Jesucristo, puesto que estamos destinados a vivir plenamente.
Así se nos ha de llenar el corazón de esperanza para empeñarnos en lograrlo ya
aquí y ahora, pues debe ser posible.
Que el rezo del Rosario haga posible el
cambio de esta situación, pero también nuestro cambio de vida, ese que se
necesita para complicarnos la vida acogiendo a quien lo está necesitando, ese
que se necesita para abrirnos los ojos y los brazos para dejar que entren en
nuestras casas, en nuestras calles, en nuestra vida esas personas que todavía
no conocemos personalmente pero que están aquí mismo llamando a nuestra puerta.
Por: Mons. Antonio Algora, Obispo de Ciudad Real | Fuente:
www.agenciasic.com
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