Autor: Jose Maria Murillo Garcia
Tanto desde Roma el Papa, como desde España,
la Conferencia Episcopal o el Cardenal Osoro, nos transmiten que la Iglesia se
inclina por una recepción total y con el máximo cariño, para recibir a estas
personas que hoy llegan a nuestras costas con el deseo de una vida mejor.
Verdaderamente, es una situación difícil, yo
diría para ambas partes, tanto para el que llega, como para el que los recibe,
pero tratemos de analizar esta situación.
El que llega, ha dejado su pueblo, su familia,
su alimentación, sus costumbres, su clima, todo, pero si esto no fuese
suficiente, ha pasado días de calamidades, se ha quedado en la mayoría de los
casos, no solo sin sus ahorros, sino sin los ahorros de la familia.
Por lo
tanto llega totalmente roto, física y moralmente, sin nadie que le pueda
escuchar y en quien se pueda apoyar, generalmente desconoce el idioma, su única
esperanza es la idea fija de llegar a donde el piensa que será su salvación e
incluso la de su familia que ha tenido que dejar atrás. ¿Quién es capaz de
rechazar a unas personas como de las que hablamos? Y no digamos los huidos de
guerras, algunas totalmente salvajes, sin control de derecho alguno, solo y
exclusivamente la ley del más fuerte.
¿Es que hace falta ser católico, para abrazar
a estas personas? Creo que no, lo único que hace falta es ser humano, y si
además eres católico, lo debes hacer con más razón, aunque entiendo, siempre
dentro de unos límites.
Para
colmo últimamente, han aumentado los llamados mena, los menores de edad, que
llegan con lo puesto (si traen algo) habría que enseñarles el idioma, que
tuviesen una cultura básica con la cual
se puedan defender en un futuro. Pero para esto nos hace falta, espacios
acondicionados debidamente, personal docente y de servicios, ¿Quién sufraga
estos gastos? Ni las Autonomías, ni las Diputaciones, ni los Ayuntamientos,
tienen presupuestos para tal fin.
Hemos dado unas pinceladas de la situación que
esta el que llega, ahora tendremos que fijarnos en cómo está el que recibe.
En nuestra actual España, con el mayor paro de
Europa, y después de haber pasado por una crisis que ha costado años salir (yo
diría mejor, mitigar) donde las personas que en el dos mil catorce tenían más
de cuarenta años, y que para colmo eran obreros de la construcción, no han
tenido ocasión de volver a trabajar, más que en pequeñas chapuzas, y como es
lógico la mayoría con una familia detrás. Son familias totalmente
descapitalizadas, cualquier imprevisto, es para ellos un verdadero suplicio, se
apoyan en Cáritas y de esa manera van mal subsistiendo.
Según el último informe Foessa, en España
viven en situación de exclusión social, 8,5 millones de personas, el 18,4% de
la población.
Con este panorama, ¿Quién le puede hablar de
solidaridad y de que somos hermanos? Como les decimos a estas familias que mal
viven, que reciban con los brazos abiertos a los venidos de cualquier lugar de
África.
Saben que les quitaran parte de las chapuzas,
que les permite llegar a fin de mes (no siempre), además en el ambulatorio de
la Seguridad Social, ya de por sí, escaso de personal sanitario, el problema se
acentúa, al aumentar el número de pacientes, teniendo en cuenta que como en su
país no había Seguridad Social, al llegar aquí se hacen todas las revisiones
habidas y por haber y por lo tanto los retrasos en cualquier actuación se
acentúan.
Además de esto, nos queda hablar de
integración, con personas de tan diferentes culturas y costumbres, con un
desconocimiento total de nuestra lengua ¿Cómo se integran?
Para ellos la solución, - que por cierto no es
la mejor – es, reunirse en barrios con los de su misma o parecida etnia, esta
situación da lugar a la creación de guetos, donde la mayoría sin ocupación o
alguna fórmula que les ayude a ganar unos euros, da lugar a reuniones de
personas desocupadas y dispuestas a cualquier cosa.
Sé que el problema es difícil, que hay
infinidad de expertos pensando en la mejor solución al tema, pero lo que creo
no se puede, o al menos no se debe hacer, es abrir las puertas para que
solamente entren.
Habrá que como mínimo, facilitarles vivienda,
preparación para incorporarse a bolsas de trabajo y mientras esto llega, hacer
frente a sus gastos de alimentación y mantenimiento de la familia caso de
tenerla.
Esta
solución hoy en España es totalmente imposible, y el resultado a la vista esta,
manteros, negociar el cuerpo, traficar con cualquier cosa, de algo hay que
vivir.
La solución, que la prensa ha aireado estos
días, de una Parroquia en Barcelona, con puertas abiertas, no es solución,
dormidos sobre un banco, es mejor que
tirados en la calle, pero les harán falta unos servicios, o cuando se levanten
con el cuerpo molido de las tablas, no podrán darse una ducha y hacer sus
necesidades.
Por lo tanto, y como decía anteriormente sin
ser un experto, esta situación, me lleva a pensar que la mejor, o quizás la
única solución para estas personas sería crear en su sitio de residencia
canales de incorporación a formas de trabajo que les diese la posibilidad de
mantener a sus familias.
Como ejemplo podría ser el llamado Plan
Badajoz, tierras que eran de secano que al convertirlas en regadío dieron lugar
a la creación de diecisiete pueblos solo en la zona de Vegas Altas, los
habitantes, colonos que llegaron la mayoría sin nada, pudieron atender sus necesidades
familiares, con el rendimiento de su trabajo en la parcela.
Me podrán decir que ¿Cuánto es la inversión
necesaria? Efectivamente quizás sea el mayor tropiezo, pero cuanto están
gastando las naciones Europeas, entre barcos de recogida, establecimientos y
personal sanitario en los puertos de llegada, mas el mantenimiento de los
llegados?. ¿Europa no tiene capacidad para llevar a cabo esta obra? Seguro que
mejor que traerlos a una casa donde no hay nada en común a ellos y donde no le
podemos ofrecer más que en el mejor de
los casos, un techo.
Hoy, que tanto se habla del Open Arms, me
gustaría tener más datos sobre el montaje del dichoso barquito, pero solo con
un poco de sentido común, aquí hay algo nada claro. Una ONG española, que se va
al otro extremo del Mediterráneo para recoger náufragos (para lo que no tiene
permiso), pero lo que no conocen es donde puede depositar a los recogidos, lo
que no quita que los acompañe un reportero de TVE. ¿Qué hay detrás de todo
esto? ¿Es que cualquiera fleta un barco para ayudar a pasar personas de una
orilla a otra? ¿Esto cuánto cuesta y quien lo paga? Y para colmo los hemos
visto, a los recogidos, tumbados en la toldilla del barco, con sus móviles,
dale que te pego, pero luego se ponen nerviosos y se violentan (así nos lo
cuentan)
Si hablamos desde la idea de que hacer como
católico, creo que personas más documentadas que yo, y en un periódico nada
sospechoso, como ABC en su sección de Opinión, Juan Manuel de Prada en un
escrito sobre inmigración decía en su primer artículo: “Santo Tomas estableció
las obligaciones de la hospitalidad, pero también sus límites”. Y en el segundo
sobre el mismo tema dice: “Santo Tomas observa que no todos los extranjeros
deben ser tratados de igual manera”.
Me atrevo a decir algo mas, recordando el
Evangelio del buen Samaritano, creo que es indicativo para los católicos, la
forma que Jesús expuso del proceder con los extranjeros. El Samaritano cogió al
herido lo llevo a una posada cercana, para que lo curaran y atendieran hasta su
regreso, quedando abonado el gasto.
Pensando un poco, podemos darnos cuenta perfectamente,
que nos decía Jesús, que debemos hacer.
Lo primero, acercarnos a el, pero después
quedarlo en un sitio, donde lo podían atender perfectamente, con todo pagado,
si, pero en su sitio.
No se le ocurrió al samaritano, llevárselo con
él ¿lo queremos más claro?
Por lo tanto nuestra misión, en lugar de
traerlos a donde no le damos más que techo, y algunas veces ni eso, lo suyo
será crear en su sitio de residencia, oportunidades de vida digna, que no los
obligue a transponer fronteras, para mal vivir, y además crear donde su nueva
residencia, un malestar, de lo que ellos no son culpables, pero al europeo que
tiene dificultades para llegar a fin de mes, no le podemos pedir que de mas,
por mucho que le hablemos de hermandad.
Para colmo, mucho peor es, que quien
quiera que se abrace a todo el que
viene, lo haga desde su gran casa, en un sillón y con aire acondicionado.
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