TATIANA
G. RIVAS / MADRID
Un millar de antisistema hiere a medio
centenar de policías y destroza Recoletos, el Prado y Colón. Tres menores entre
la veintena de detenidos.
EDUARDO DE SAN BERNARDO
De la dignidad, a la vergüenza. De la
proclama contra los recortes de la gente cívica (y en pos de la República entre
otras rimas), al arrojo del adoquín sin pudor y los cócteles molotov ardiendo.
Así arrancaron 1.500 radicales los
«peores disturbios de la legislatura», como los calificó el
Ministerio del Interior. Los grupos antisistema llegaron desde todos los puntos de
España y desataron de forma organizada una batalla campal sin
sentido en el eje de Recoletos, que quedó arrasado a su paso.
Ése fue el escenario de su inexplicable actuación sin argumento e ideología,
sin reivindicaciones; una algarada salvaje como no se había visto en los
últimos tiempos en la capital. Entre medias, viandantes y turistas atemorizados
y perplejos. Madrid quedó sitiada y destrozada en parte por estos antisistema.
[Vea una fotogalería sobre los efectos de los altercados
en Madrid]
Detrás de la «fiesta» del destrozo final
que tenían reservada para sí estos grupos extremistas estuvo Izquierda
Castellana, Coordinadora Antifascista, anarquistas, independentistas catalanes,
vascos, gallegos y CGT, según especificó Interior. El saldo ha sido demoledor: 88 heridos, de los cuales 55 eran policías. 15 fueron
trasladados a hospitales en estado leve, según informó Samur-Protección Civil;
24 detenidos, entre ellos tres menores, otros tres pertenecientes al sindicato
abertzale ASK y dos que ya participaron en el asalto a la facultad de Derecho
de la Complutense hace unos meses. Se les acusa de los delitos de
agresión a la autoridad y destrozo de mobiliario urbano. Interior
destacó que dos policías nacionales resultaron heridos de gravedad. A uno de
ellos le quitaron el casco a patadas y le dejaron en estado inconsciente.
Incluso llegaron a clavar cuatro puñaladas a otro de los agentes de la Unidad
de Intervención Policial (UIP) -había 1.700 efectivos repartidos por el
centro-, pero el chaleco le salvó la vida. Como se preveía y temía, la
manifestación en la que participaron unas 40.000 personas -según la Delegación
del Gobierno- reveló su cara más radical cuando los antisistema, sin esperar a
que culminara la protesta legal (con autorización hasta las nueve de la noche)
acamparon junto al Café Gijón, en el número 13 del Paseo de Recoletos.
La
acampada, el origen
Allí se empezó a atrincherar una
sospechosa masa que auguraba lo peor. Protegían su campamento, que retaba a la
autoridad policial y gubernamental, con sus caras tapadas, sus capuchas echadas
y las mochilas repletas de «armas» para desatar la contienda. Y sumaron su
carga arrancando adoquines de la vía, vallas, tomaron sillas, destrozaron
sucursales bancarias (más de 20), comercios, marquesinas, prendieron papeleras
y contenedores y lanzaron todo tipo de mobiliario a diestro y siniestro, sin
importar a quién cayera. Prendieron una línea de fuego
en la carretera al grito de «resistencia» para evitar que
avanzaran los agentes. La medida carga policial no se hizo esperar. Pero la
virulencia antisistema era tal que llegaron a provocar el repliegue de la
policía al paso de un camión de bomberos en Recoletos, utilizado de parapeto
por los radicales. La gente que nada tenía que ver en esa locura huía y se
refugiaba en los establecimientos abiertos, en la estación de Cercanías. Y «los
que querían más», reían y se resarcían del caos generado. «Les hemos hecho
recular», se decían los que continuaban calentando el ambiente con insultos y
lanzamiento de piedras.
Los disturbios comenzaron cuando se
alcanzó el objetivo final de la manifestación (Plaza de Colón), en torno a las
20 horas, en sentido de bajada hacia Atocha, sucediéndose en todo el eje de
Recoletos, incluso en las inmediaciones del Ayuntamiento. En Colón, en la parte
más pegada a Génova empezó el lanzamiento de
botellas, petardos y cohetes a la Policía. Y de ahí hasta la plaza
del Emperador Carlos V todo fue guerra. La diosa Cibeles, en menor medida,
también sufrió el asalto de los radicales, que quitaron dos de las banderas de
España poniendo en su lugar la bandera negra de los anarquistas.
Entre los asistentes a la «Marcha de la
Dignidad» se encontraba elactor Willy
Toledo y la periodista Olga Rodríguez, que leyeron en la plaza de
Colón el manifiesto. Toledo -autoexiliado en Cuba- fue señalado como el «líder»
de las protestas. El alcalde del pueblo sevillano de Marinaleda, más conocido
como el asaltante de supermercados Sánchez Gordillo, capitaneó esta marcha que
culminó en contienda. Este domingo hay convocada otra acción: «Rodea el Bernabéu»,
donde también se podrían producir graves enfrentamientos, coincidiendo con el
clásico entre el Real Madrid y el Barcelona, a las 21.00 horas.
Enlace articulo
original: http://www.abc.es/madrid/20140323/abci-grupos-radicales-madrid-201403230148.html
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