Autor: Pablo Cabellos Llorente
Cada
día nos desayunamos con algunas sinergias del mal, que no debería llamar de
este modo, porque habitualmente la sinergia se entiende como una concordancia
para algo positivo, si bien el DRAE lo define como acción de dos o más causas
cuyo efecto es superior a la suma de los efectos individuales. Es decir, no
entra en la consideración ética de si la simbiosis de fuerzas es una suma para el bien o para el mal. En todo
caso, quería referirme a lo positivo, a las capacidades que posee nuestra
sociedad para el aporte individual, de la familia, de toda asociación de
cualquier tipo al bien de todos.
Hay muchos españoles variopintos
que se dejan la piel por el avance de esta sociedad nuestra: desde familias que
soportan a miembros parados hasta asociaciones estatales o no –muchas de la
Iglesia- que realizan una benemérita labor de asistencia a los más necesitados.
Pero seguramente nos urge un mayor esfuerzo, tanto cooperando para cubrir las escaseces más
elementales como para aquellas otras, aparentemente menos urgentes, pero de las
que depende nuestro futuro: Educación, Sanidad, Investigación, Tecnología,
Humanidades, medidas para crear Empleo por una parte. Y de otra, reducir gasto,
especialmente en el mundo de la actividad gubernamental en el más amplio sentido:
funcionarios, sindicalistas liberados, aligerar el exceso de políticos y
asesores, entes sobrantes en ayuntamientos, diputaciones, gobiernos y
parlamentos autonómicos, seguramente también gobierno central con múltiples
adláteres, etc. Una reforma administrativa seria. Ni dinero a partidos, ni
sindicatos, ni patronales. Lo no obligatorio no se subvenciona. Y todos, más
sobrios.
Ya que comencé por las sinergias del mal, para el bien,
requerimos con urgencia una Justicia rápida e imparcial, sin politizamientos,
ni cualquier otro modo devaluado de intervenir en la aplicación de las leyes.
Esta seguridad jurídica, junto a la limpieza y transparencia de partidos políticos, sindicatos, patronales, medios de
comunicación, etc., irá creando la confianza que produce sinergias para el
bien, que anima a la colaboración de todos, no solamente para salir de la
crisis económica, que es muy seria, sino de la crisis ética, crisis como
carcoma del hombre.
Sé muy bien que el origen y valoración de esta crisis será
cifrado de modos diversos según el pensamiento de quien juzgue, pero ¿no
seríamos capaces de buscar qué une en
lugar de ver qué nos distancia? ¿No sería posible respetar mejor a los demás para convenir lo
que podemos aportar, supuestas las necesidades citadas? ¿No es factible que
creyentes y no creyentes sumemos unidos? ¿No se puede conseguir que mujeres y
hombres de ideologías diversas y aún opuestas tengamos el sentido común
necesario para ver lo bueno que los demás poseen? Pienso que todos los puntos citados son
capaces de crear sinergias que levantan un país en lugar de brindar al sol o
pronunciar discursos grandilocuentes. Frente a la actitud disgregadora tan
propia de las crisis, abramos las puertas de la mente y álcese la voz del pueblo
con Lope de Vega: ¿y quién es Fuenteovejuna? ¡Todos a una, Señor! Es cuestión
de honra.
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