La fe hay que actuarla también en las cosas que pedimos en la oración.
Cuántas oraciones están llenas de todo menos de fe.
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Comentábamos el día de ayer martes 14, sobre la fe que debemos tener
sobre las cosas "que no se pueden"
A cada idea negativa, -y son tantas las que diariamente nos golpean- hay que
saber enfrentar una positiva, a modo de martillazo. Una idea positiva, una
idea de que va a salir, una idea de que creo en el poder de Dios. Una idea
positiva de fe. A veces hacer un verdadero acto de fe, cuesta mucho trabajo
porque existe una idea anti-fe; muy arraigada. Todos o casi todos, dicen:
"que no se puede". Algunos sienten la obligación moral de aconsejar
a los pobres incautos, idealistas; y demás de que no se puede, "que
ellos ya lo han intentado, que está todo bien calculado y medido; no se
puede".
Yo creo que esa expresión es demasiado fea, y demasiado mala. Si yo, por
ejemplo, no he logrado algo, no tengo ningún derecho a decir a los que vienen
detrás, "que eso no se puede". Una cosa es que yo no pude y otra
cosa es que ellos no van a poder hacerlo. Yo les puedo decir yo no lo logré
quizás porque me equivoqué, me faltó fe, pero al mismo tiempo decirles:
"!Ánimo, es probable que ustedes sí lo logren!" Eso es más
caritativo y más humano.
Hablo de martillazos de fe, esa sería la expresión, porque cada vez que llega
una idea negativa de no puedo, martillazo, golpe, sí puedo. Habrá que luchar
a veces contra todo y contra todos: contra los propios pensamientos que a
veces son los más difíciles de expulsar. Luchar además contra otras personas
que sin mala intención concluyen que no se puede; y a veces, los encontramos
demasiado cerca de nosotros, en la propia familia, en algunos de nuestros
amigos que, además, van con la sana idea de ayudar y te repiten; y te dicen,
y hasta se enojan sí tu pretendes decirles que tal vez sí se pueda. Se enojan
y te retan: "ya verás", "te lo dije".
Para ser eficaz en lograr un meta apoyada por la fe, hay que buscar que esas
metas sean concretas, precisas, aferrables, que se puedan contar, medir;
porque si es una meta genérica, medio nebulosa, no se puede.
Hay que decir, además, que la fe funciona de distinta manera a la razón, como
en zigzag. La razón usa la evidencia, mide, calcula; y en base a eso, saca
sus conclusiones. La fe en cambio, se agarra, se aferra a una certeza de
lograr una meta aunque parezca muy difícil. Y no duda un segundo, aunque la
evidencia le diga que no lo va a lograr. Sigue luchando y sin saber cómo,
atrapa la meta.
Por eso, los que no tienen fe, al final preguntan, ¿cómo le hizo? Yo varias
veces he tenido que decir: Fe y saliva. No basta creer por un rato, hay que
seguir creyendo sin darse jamás por vencido. Mucha gente es capaz de hacer un
acto de fe al inicio un poco a prueba casi para luego convencerse de que
"ya ve", "no sale", "se lo dije", "lo
teníamos ya calculado, no sale". El hombre de fe no reacciona de esa manera,
él sabe que va a lograr la meta. Sigue creyendo, cuando casi evidentemente se
ve que no. Y de pronto, sin que otros lo crean, salió el resultado. ¿Cómo le
hizo? Así preguntan los que no tienen fe, porque ante la evidencia de que
salió, los pobres no pueden decir, "no sale".
Preguntan "¿cómo le hizo?" La fe hay que actuarla también en las
cosas que pedimos en la oración: "Todo lo que pidiereis sin dudar, creed
que ya lo habéis recibido, y se os dará".
Cuántas oraciones están llenas de todo menos de fe. Entre todas esas
palabras, y llanto y lágrimas; digamos: Creo que puedes, creo que quieres.
Hay en el evangelio oraciones de este tipo que a Cristo le fascinaron, que le
arrancaron los milagros a la primera. Un leproso que se le acerca de rodillas
y le dice esta oración tan breve y tan profunda: "Señor, sí quieres
puedes curarme". Respuesta: "Quiero, queda limpio".
Incluso aquella mujer que ni le dijo una palabra, tenía una grave enfermedad,
unas hemorragias, había gastado todo su dinero y no había servido de nada.
Ella hizo este acto de fe: "Basta que toque su manto y quedaré
curada". Efectivamente, tocó su manto y quedó curada en el acto.
Un centurión romano es decir, una persona que era pagana, tuvo más fe que
ninguno. Le pidió a través de unos amigos a Jesús que curara a su siervo que
estaba muy enfermo. Y Jesús dijo: "Cómo no, voy a su casa y lo
curaré". Cuando él se dio cuenta que venía a su casa, mandó a decirle:
"no, no, por favor, no vengas a mi casa, no necesitas venir".
Fíjense la fe cómo es: "no necesitas venir, basta con que lo mandes
tú".
De la misma manera, así se argumentaba así mismo, "que yo que soy un
centurión tengo cien soldados a mis órdenes, le digo a éste: Haz esto; y lo
hace, y a mi siervo: tráeme tal cosa, y me la trae".
Y Jesús públicamente no se aguantó las ganas de decir estas palabras:
"No he encontrado una fe tan grande en todo Israel". Eso es tan
hermoso, que incluso en la misa a la hora de la comunión, se pronuncia la
frase que dijo el centurión: "No soy digno de que vengas a mi
casa". Esas palabras fueron dichas por un pagano que tenía fe.
En cambio, pongamos otro caso, el de un hombre muy educadito, muy modosito
que tenía un hijo enfermo, y había ido con los apóstoles a que le curaran, y
no pudieron. Se ve que también les faltó fe a los mismos apóstoles. Y
entonces medio desesperado va con Jesús. "Mi pobre hijo enfermo... fui
con tus apóstoles y no pudieron". Subrayando: "no pudieron",
"sí tú puedes hacer algo", no le dijo: "tú puedes", sino
"si tú puedes". La duda. Muy educadito pero sin fe. Y Jesús, como
que severamente le dice, "¿Puedes tu creer?" El otro entendió la
indirecta y dijo: "Sí, señor, ayuda mi incredulidad". Lo curó como
a regañadientes, no muy a gusto. Porque cuando había fe, Cristo muy a gusto
curaba.
Y hoy día, cuando hay un hombre o una mujer de fe, muy a gusto le presta su
omnipotencia para que realice las cosas. A los hombres de fe, Dios les
presta, repito, su omnipotencia. Por eso no se explica humanamente hablando,
cómo es que una persona que tiene fe saca las cosas adelante. La gente no se
lo explica, no lo entiende. En cambio Él sí sabe por qué suceden las cosas,
porque se fía de esas palabras de Jesús. Asi nos lo dice el Papa Francisco
muchas veces: "Los milagros existen, pero es necesario rezar. Con una
oración ferviente, insistente, perseverante, no una oración para
cumplir." (24-5-2013)
Alguien dijo, refiriéndose solo a la fe humana, esto de lo que estoy
totalmente persuadido: "Todo lo que la mente de un hombre llegue a
creer, esa misma mente lo realizará." ¿Será una ley espiritual? Creo que
sí.
Quiero recordar una poesía, creo que es del Dr. Bernard, que a mí realmente
me inspira mucho; y que no cabe duda que la siguen los hombres de fe, sean
atletas, sean realizadores, en el campo profesional, en el campo espiritual,
el que sea. La poesía dice así:
Sí piensas que estas vencido, lo estás.
Sí piensas que no te atreves, no lo harás;
sí piensas que te gustaría ganar, pero que no puedes, no lo lograrás.
Sí piensas que perderás, ya estás perdido,
Porque en el mundo encontrarás
que el éxito comienza con la voluntad del hombre,
todo está en el estado mental, es decir, en la fe.
Porque muchas carreras se han perdido
antes de haberse corrido
y muchos cobardes han fracasado
antes de haber su trabajo empezado.
Piensa en grande y tus hechos crecerán,
piensa en pequeño, y quedarás atrás,
piensa que puedes; y podrás.
Todo está en el estado mental, EN TU FE.
Sí piensas que estas aventajado, los estás.
Tienes que pensar bien para elevarte.
(Y termina de esta manera, que es como el resumen.)
Tienes que estar seguro de ti mismo
antes de intentar ganar un premio.
La batalla de la vida no siempre la gana
el hombre más fuerte o el más ligero,
porque tarde o temprano el hombre que gana
es aquél que CREE QUE PUEDE HACERLO.
Quisiera repetir al final lo más importante y es, el reto que nos lanza
Jesús, en Marcos 11, 22-24. Tened fe en Dios, yo os aseguro que quien diga
a este monte, quítate y arrójate al mar; y no vacile en su corazón, sino que
crea que va a suceder lo que dice, lo obtendrá. Por eso os digo, todo cuanto
pidáis en la oración creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis.
En la relación a esto, la frase más hermosa que alguien me pudo decir en la
vida fue ésta: "Usted me enseñó a creer".
Ojalá que no solo sea una persona, sino muchas las que puedan decir, tú entre
ellas: "Usted me enseñó a creer", porque de esa manera te enseñaré
también a triunfar en la vida.
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Autor: P. Mariano de Blas LC
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