Eduardo Suárez (Enviado especial a Dallas)
1. Jackie en español
John
F. Kennedy y su esposa escucharon la serenata de unos mariachis
la víspera del magnicidio. Ocurrió en el salón Rice de la ciudad de Houston
durante un acto electoral con miles de personas convocadas por la asociación
hispana más importante del país. A los organizadores se les había advertido de
que haría lo posible por acercarse, pero la mayoría había perdido la esperanza
de verle. «El servicio secreto nos había dicho que era posible pero que no lo
anunciáramos porque no era parte de su programa oficial», decía en 2012 el
activista Alexander Arroyos. La visita apenas duró
unos minutos porque el presidente y su esposa aún tenían que
volar rumbo a Fort Worth. Kennedy mencionó los lazos entre EEUU y
Latinoamérica. Pero no recibió una ovación tan calurosa como su
mujer, quesorprendió a los asistentes con un breve discurso en
español. «Estoy muy contenta de estar en el gran estado de Texas
celebrando la noble tradición española (…). Esta tradición comenzó 100 años
antes de que se colonizara el estado de mi marido pero es una tradición que se
mantiene viva y vigorosa», proclamó horas antes de enviudar.
2. La bienvenida del
diario local
El entorno de Kennedy había sopesado
la posibilidad de dejar Dallas fuera del programa oficial del viaje por la
reputación extremista de la ciudad, donde abundaban los ultras que defendían la segregación racial.
Quizá por eso el diario conservador Dallas Morning News quiso recibir al
presidente con un editorial conciliador. «Dallas deja a un lado sus divisiones
afiladas hoy a mediodía para extender su mano de amistad al presidente de EEUU
y a su atractiva mujer», arranca el autor del texto antes de añadir que espera
que «demócratas, republicanos e independientes se unan en una bienvenida
genuinamente cordial». El director de arte del periódico había empezado a
diseñar una portada jubilosa para el día siguiente cuyo boceto se puede ver en
el museo del magnicidio de la ciudad. Pero la edición del día de la
visita incluía un anuncio amenazador firmado por Bernard Weissman y sufragado
por un grupo ultraconservador. Costó 1.465 dólares y recibió la
aprobación de Edward Musgrove Dealey, que ejercía entonces como editor. El
editorial del diario termina con un deseo que suena irónico cinco décadas
después: «Dallas espera, señor presidente, que su breve interludio aquí sea
agradable. Este diario, junto con miles de personas en esta región, ha
discrepado de usted en muchas de sus políticas pero nuestra oposición no es
personal».
3. El primero en
informar
La noticia del magnicidio estará
asociada para siempre al reportero Albert Merriman Smith (1913-1970), cuyo
talento le llevó a ser el primero en informar de que habían disparado contra
Kennedy. Smith trabajaba como corresponsal en la Casa Blanca para la agencia
UPI y no era la primera noticia importante que daba antes que los demás. Había anunciado la muerte de Franklin D. Roosevelt y
se había roto una clavícula en una carrera por los pasillos de la Casa Blanca
por desvelar el final de la II Guerra Mundial. A Smith lo acompañaban aquel día
los periodistas Bob Clark (ABC News) y Jack Bell (AP) en un vehículo que
circulaba seis coches por detrás de la limusina presidencial. Se suponía que
las dos grandes agencias (UPI y AP) debían turnarse en el asiento que daba
acceso al teléfono portátil. Pero Smith se saltaba los
turnos por sistema y así lo hizo aquella mañana de 1963. «Oímos el
primer ruido y alguien dijo: '¡Dios mío! ¡Una pistola debe de habérsele
disparado a un policía'», recordaba Clark años después. Fue Smith el primero en
decir que eran disparos. Entre otras cosas por su pasión por las armas de
fuego, que le había llevado a entrenarse a menudo con el servicio secreto y
reunir una formidable colección de armas. Esperó dos minutos antes de coger el
teléfono del coche y al hacerlo sufrió problemas técnicos para transmitir. Al
otro lado se encontraba el jefe de la delegación de Dallas, que a duras penas
logró difundir el primer teletipo: «Tres disparos dirigidos a la comitiva del
presidente Kennedy en el centro de Dallas».
Entretanto Smith sufrió la cólera de
su colega Jack Bell (AP), que empezó a darle collejas y puñetazos en los
hombros ansioso por transmitir la información que daba su rival. Smith se
acurrucó en el asiento delantero y no soltó el auricular hasta asegurarse de
que había dictado la noticia. Al llegar al hospital, vio al presidente cubierto
por una chaqueta y tendido sobre el regazo de la primera dama y le preguntó a
su amigo el agente Clint Hill si había sufrido heridas graves. Hill le dijo que
estaba «muerto». Pero Smith sólo tenía esa fuente y no anunció el
fallecimiento. Le pidió el teléfono al recepcionista y dictó el primer teletipo
que dio la medida de la tragedia: «Kennedy herido grave, quizá herido de muerte
por la bala de un magnicida». Ganó un Premio Pulitzer por su
cobertura. Siete años después, se suicidó unas horas después de
conocer la muerte de su hijo en Vietnam.
4. El peligro nuclear
El magnicidio suscitó de inmediato
una peligrosa incertidumbre sobre la cadena de mando militar. Varios oficiales
del Pentágono llamaron al hotel Sheraton de Dallas, donde estaba registrado el
equipo del presidente, preguntando quién estaba al cargo de la situación.
Alguien les aseguró que el secretario de Defensa, Robert McNamara, era ahora
«el presidente». Una información errónea que podía haber desencadenado un
conflicto nuclear. Para entonces Lyndon B. Johnson ya era
presidente pese a no haber cumplido con la formalidad de jurar el cargo.
Pero durante muchos minutos estuvo separado del oficial Ira Gearhart, que era
el responsable de transportar un maletín de unos 15 kilos con los códigos
necesarios para lanzar un ataque nuclear. «Si el magnicidio hubiera sido el
fruto de una conspiración soviética o si los comunistas hubieran decidido
capitalizar el caos, EEUU habría sufrido una desventaja mortífera», explica a
EL MUNDO Larry Sabato, politólogo y autor del libro 'The Kennedy Half-Century'
(2013).
5. Lágrimas en el
avión
El vuelo del Air Force One entre
Dallas y Washington duró dos horas y seis minutos. Antes de despegar, Johnson juró el cargo con la mano sobre el misal católico del presidente.
Jackie Kennedy enseguida se retiró al compartimento trasero, donde los agentes
del servicio secreto habían colocado el féretro y donde la acompañaban amigos
como Kenneth O’Donnell o Malcolm Kilduff. Según cuenta el historiador Robert
Caro en su libro 'The Passage of Power' (2012), el despegue fue vertiginoso y
el piloto advirtió que volaría más alto que de costumbre para evitar los
tornados que ese día asolaban el sur del país. El Air Force One estaba dividido
en tres compartimentos. En el primero escribían sin descanso los reporteros
Charles Roberts (‘Newsweek’) y Albert Merriman Smith (UPI) y lloraban la
secretaria del presidente Evelyn Lincoln y la de su esposa, Patricia Turnure,
con la que JFK se había acostado en alguna ocasión. «Era mi primer viaje
político y estoy muy contenta de haber venido. Imaginad que no hubiera estado
aquí con él», decía Jackie a su entorno más íntimo mientras velaba el cadáver junto al dormitorio del avión presidencial.
Unos minutos después del despegue, alguien decidió abrir una botella de whisky
escocés y le ofrecieron un trago. Era la primera vez que lo bebía y dijo que
sabía a medicina. Nunca le terminó de gustar. Pero desde entonces ese fue el
único whisky que bebió. Según explica el historiador Caro, «como una especie de
recordatorio de las cosas que sentía que no debería olvidar».
6. Un funeral al
estilo de Lincoln
Jackie Kennedy enseguida asumió la
misión de honrar a su esposo y empezó los preparativos para su funeral. Al
enterarse por
su cuñado Bobby de la identidad delasesino,
la esposa del presidente sintió una fuerte decepción: «Ni siquiera tuvo la
satisfacción de ser asesinado por los derechos civiles. Tuvo que ser un
comunistilla tonto y eso le roba a su muerte cualquier significado». Quizá por
eso Jackie puso un empeño especial en diseñar el sepelio a imagen y semejanza
del de Abraham Lincoln, que murió asesinado en un teatro de Washington unos
meses antes del final de la Guerra de Secesión. Un empleado de la Casa Blanca
telefoneó casi de madrugada al historiador James Robertson para advertirle que
la primera dama quería organizar un funeral similar al de Lincoln. Robertson
explicó que lo primero que debían hacer era reunir cientos
de metros de tela negra con los que decorar los balcones y salones del
Capitolio. Luego salió hacia la Biblioteca del Congreso, donde encontró con una
linterna dos revistas que mostraban los detalles de las exequias en 1865. Unos
minutos después, llegó al salón oriental de la Casa Blanca, donde los empleados
habían colocado el catafalco que había sostenido el féretro de Lincoln.
El cadáver de JFK fue expuesto
varias horas en la Casa Blanca y bajo la cúpula del Capitolio. Su funeral se
celebró en la catedral católica de Washington y sus restos mortalesrecibieron sepultura en el cementerio militar de Arlington:
el mismo lugar donde serían enterrados Jackie y su hijo John John. «Organizar
aquel funeral fue el mejor servicio que la primera dama le hizo a la nación»,
explica a EL MUNDO el politólogo Larry Sabato. «Ayudó a tranquilizar a la
ciudadanía en aquel momento de dolor».
7. El enigma de Ruby
Jack Ruby se había criado en una
familia judía de Chicago. Los policías de Dallas visitaban a menudo su club de
strip-tease y tenía buenas relaciones con el crimen organizado. Dos detalles
que han llamado la atención de los investigadores, que han interpretado muchas
veces el asesinato de Oswald el 24 de noviembre como un intento de silenciar
una conspiración. Un análisis minucioso del perfil y de la conducta de Ruby
ofrece una idea muy distinta. El club de Ruby había cerrado
en señal de respeto por la muerte del presidente y una de sus
empleadas le había llamado diciendo que no tenía dinero para pagar su hipoteca.
Ruby se acercó aquella mañana a la oficina de Western Union para enviarle un
giro postal que le permitiera pagar el mes. La policía había anunciado que el
traslado de Oswald a la cárcel del condado tendría lugar antes de las 10 de la
mañana. Pero todo se demoró por la decisión del inspectorde hacerle algunas
preguntas y por el deseo del sospechoso de cambiarse de ropa.
Ruby ni siquiera se había despertado
a las 10 de la mañana y a las 11.17 todavía estaba en la oficina de Western
Union. Cuatro minutos después de sellar el giro postal, disparó a Oswald en el sótano de la comisaría de Dallas.
Un relato que no concuerda con un crimen premeditado y sí con el carácter
impulsivo de Ruby, que luego atribuiría su instinto asesino a la ira que sintió
al ver la sonrisa de suficiencia del magnicida: «Cuando vi que la señora
Kennedy iba a volver a Dallas y aparecer en un juicio, me dije a mí mismo: ¿Por
qué debería pasar por ese calvario por culpa de este hijo de puta?».
8. El triste entierro
de Oswald
Lo celebró el pastor protestante
Louis Saunders el 25 de noviembre de 1963. Saunders llegó
al cementerio de Rose Hill en Fort Worth pensando que las exequias fúnebres las
oficiarían dos colegas luteranos. Pero la madre de Oswald le
dijo que se habían echado atrás al saber que sería una ceremonia al aire libre
por miedo a la irrupción de un francotirador. Saunders se había dejado la
Biblia en el coche. Pero hizo lo posible por cumplir con el deber cristiano de
dar sepultura al cadáver. Recitó de memoria el salmo 'El señor es mi pastor,
nada me falta' y después un breve fragmento del Evangelio según San Juan. «La
señora Oswald me dice que su hijo era un buen chico y que le quería y hoy,
Señor, nosotros entregamos su espíritu a tu divino cuidado», dijo el pastor en
su breve oración antes de explicar a los periodistas que no estaba allí «para
juzgar» al fallecido. El funeral lo organizó el servicio secreto y seis reporteros se vieron obligados a cargar con el féretro al
no haber más personas disponibles. Apenas había dos coronas de flores: una de
claveles blancos y otra de claveles rojos a nombre de una tal Virginia Leach.
9. El destino de los
objetos
El misal sobre el que juró Lyndon B.
Johnson está expuesto en su biblioteca presidencial en Austin. El avión
presidencial que transportó a Washington el féretro de Kennedy siguió volando
hasta 1998 y se puede contemplar en el Museo Nacional de la Fuerza Aérea de
EEUU en la localidad de Dayton (Ohio). La pistola con la que Jack Ruby mató a
Oswald se encuentra en paradero desconocido. Un promotor inmobiliario la compró
en una subasta en 1991 e intentó venderla hace apenas cinco años en una subasta
en Las Vegas. Pero no aceptó los 750.000 dólares
que le ofrecían diciendo que no la vendería por menos de un
millón. El quirófano donde atendieron al presidente ya no está en el hospital
de Parkland. Todos sus elementos se trasladaron a un complejo subterráneo de
los Archivos Nacionales en la localidad de Lenexa (Kansas) donde no se pueden
visitar.
Los trajes del presidente y la
primera dama se conservan en la sede central de los Archivos Nacionales en
College Park (Maryland). El conjunto
rosa de Jackie está todavía ensangrentado en
una habitación especial donde el aire se cambia seis veces por hora ysiempre
hay un 40% de humedad. Por decisión de su hija Caroline, el traje no se podrá
mostrar en público al menos hasta 2103. Un extremo que concuerda con la actitud
de la familia Kennedy en relación con otros objetos ligados al magnicidio. Lo
que no se conserva son sus guantes blancos ni el sombrero de Jackie, adquirido
también en la boutique neoyorquina Chez Ninon.
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