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El paro y el abandono escolar provocaría un repunte de este tipo de
delincuencia
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Barcelona, Madrid y Levante, áreas donde se afincan estas bandas latinas.
Un «marero» de El
Salvador muestra sus tatuajes en memoria de sus compañeros asesinados Efe
J. V. Echagüe/B. Herrero.
Madrid- Las maras están en España. Las últimas actuaciones policiales así
lo evidencian. Y el fenómeno puede ir a más. Así lo pone de manifiesto un
informe del Gobierno al que ha tenido acceso LA RAZÓN. Por un lado, en el texto
se considera que las operaciones de las autoridades están siendo suficientes
para que las bandas no «tomen auge»; ahora bien, debido a la «situación
económica actual» y a «la alta tasa de paro juvenil», unidas al fracaso
escolar, «cabría esperar en el futuro un repunte» tanto de las «clicas» –las
células derivadas de estas bandas centroamericanas– como del número de
miembros.
El informe califica a estas pandillas afincadas en España como
«pseudomaras». ¿El motivo? Los flujos migratorios de sus países de origen –El
Salvador, Guatemala y Honduras– hacia nuestro país, derivados de la política
conocida como «Plan Mano Dura» de los Gobiernos locales, supusieron una
alternativa no sólo para huir de la Justicia; también fueron una posibilidad de
expansión y de un aumento del territorio controlado. Sin embargo, según afirman
desde el Gobierno, no se han dado en España las «condiciones propicias para su
proliferación, reduciéndose su actividad a hechos aislados». Principalmente en
Madrid, Barcelona y Levante, donde han surgido las «maras por imitación»,
formadas por jóvenes que «en unos casos buscan la diversión y el riesgo» y en
otros «influyen los problemas» en el seno familiar», así como las
complicaciones «económicas y socioculturales».
Ahora bien, las investigaciones policiales en curso han determinado la
conexión internacional entre las «clicas» españolas y las centroamericanas:
reciben órdenes y directrices con vistas a operar en nuestro país. De esta
forma, están asentadas desde 2005. Fue entonces cuando se registraron los
primeros incidentes en el Metro de Barcelona. Posteriormente, han estado
involucrados en delitos de «baja intensidad»: contra el patrimonio o en
lesiones con arma blanca, así como un «sinfín de reyertas con bandas rivales
por asuntos de rivalidad territorial».
Enfrentamiento histórico
Los problemas han venido por dos grupos históricamente enfrentados: la MS13
–conocida como «Salvatrucha»– y la Pandilla 18 – también Calle 18 o M18–. De
momento, esta «guerra» ha arrojado un saldo de al menos tres muertos: en 2008,
un joven dominicano murió en las inmediaciones de una discoteca de Gerona por
disparos efectuados con un arma de fabricación casera; en 2009, otra persona
murió a manos de un integrante de MS13 en Hospitalet de Llobregat (Barcelona),
y un año después, un parque público de Barcelona fue el escenario de la muerte
de un Latin King a manos de un «salvatrucha».
A pesar de que se desconoce el número de maras que operan en España y sus
integrantes, se sabe que «cada vez son más y más violentas», apunta Ricardo
Magaz, presidente de la Sociedad Científica Española de Criminología. Así,
señala que hay barrios del sur del Madrid donde están constituyendo un
verdadero problema, pues a la alarma social generalizada que causan se suman en
los últimos tiempos problemas de financiación: ya no funcionan con «cuatro
euros», sino que siguen el modelo de las bandas de mayor nivel y se nutren del
dinero obtenido del narcotráfico a pequeña escala («menudeo»).
Como señala la socióloga Laura Etcharren, autora del libro «Esperando a las
maras», ya «no son esas pandillas que pujan por el dominio del barrio. Hablamos
del mundo del narcotráfico. España es un país de tránsito, pero tiene algunos
puntos neurálgicos en los que se produce droga. Es una puerta de entrada. Y so
hace que las maras tengan cierta unión con narcotraficantes, dando pie a las
''narcomaras''». No en vano, si han llegado a nuestro país se debe gracias al
«impulso de los cárteles de la droga de Centroamérica». Sin olvidar, dice, los
lazos de estas bandas con grupos terroristas como ETA y Al Qaeda, que, afirma,
suponen un «sostén económico». Es cierto que los Salvatrucha y la Pandilla 18
han firmado treguas recientemente en El Salvador y Honduras. Sin embargo, de
ser cierto, sostiene la experta, «se les acabaría el negocio».
La socióloga cree que, a día de hoy, las maras en España –sobre todo las de
Cataluña– viven «un estado embionario» y las compara con otras «pandillas»
latinoamericanas como los Ñetas o los Latin Kings, más asentadas. «Lo que
ocurre en España y Cataluña es una conformación de ''pandillas'' locales que
reciben una importación de influencia de sus países de origen. Es una fusión
entre la delincuencia local y la ''importada''. Pero predomina el color local
del país. Por eso son "pseudomaras". Son las maras de la posmodernidad,
más "limpias" incluso en los tatuajes», que, junto a los graffitis
–las «firmas» que utilizan para avisar a las bandas rivales–, suponen una de
sus señas de identidad.
Antes de llegar a ese punto, con el que muestran que el vínculo que han contraído
es de por vida, los integrantes, muchos de ellos adolescentes, tienen que pasar
por un «rito iniciático»: desde soportar una brutal agresión física hasta
asesinar a un familiar cercano. Finalmente se crean «mini ejércitos», como dice
Magaz. Todos los integrantes quieren subir en el escalafón, por lo que acaban
surgiendo las deslealtades.
Magaz coincide con las predi-cciones del Gobierno: el fracaso escolar y la
existencia de hogares desestructurados son factores que sirven de caldo de
cultivo: los adolescentes suelen demostrar una rebeldía derivada de esas
situaciones. Con todo, cree que el conflicto entre maras no tiene por qué
incidir directamente en la población española, sino en los propios integrantes
de las bandas rivales. Aun así, ser centroamericano no llega a convertirse en
una condición sine qua non para formar parte de una mara, ya que se han
registrado «casos excepcionales» de «mareros» españoles. No es muy común, pues
«su fin último es defender una nacionalidad». De hecho, entre los pocos
españoles que forman parte, la mayoría son chicas que mantienen relaciones
sentimentales con «mareros» centroamericanos.
Al final, el conflicto estalla por una obsesión: marcar el territorio.
Comenzando por una cancha o un parque y terminando por la totalidad del barrio.
Hasta el punto, afirma el experto, «de llegar a poner peajes (parecidos a los
"impuestos revolucionarios") con el objetivo de que los habitantes de
las zonas en las que operan tengan que someterse a sus reglas para así controlar
el territorio».
asesinado tras rodar un documental
Christian Poveda, periodista francoespañol, pretendía ayudar a estos
jóvenes con el rodaje de «La vida loca», un documental que denunciaba su
situación en El Salvador. Sin embargo, en 2009 murió tiroteado tras recibir
cinco disparos cuando se encontraba en el país. Varios «mareros» fueron
detenidos.
Bandas en lucha
SALVATRUCHA
- Generalmente abreviada MS-13, se creó en los 80 en las calles de Los
Ángeles para proteger a los inmigrantes salvadoreños. Sostiene células o
«clicas» con más de 80.000 integrantes y tiene lazos con el cártel de Sinaloa.
BARRIO 18
- Rival acérrima de Salvatrucha fundada en la calle 18 de Los Ángeles. Sus
integrantes se caracterizan por llevar tatuados el número 18 o la palabra
«Diesiocho».
OTRAS
- Además de las maras, en España operan otras bandas latinas, todas ellas
enfrentadas entre sí. Las más numerosas son Latin Kings, Asociación Ñeta,
Dominicans don't play (Madrid), Bola 8 (Guardamar de Segura), Danger Boys
(Valencia), K-18 (Madrid), Latin Brothers (Las Rozas de Madrid y Alicante),
Latinos de Fuego (Madrid), Los Santos (Azuqueca de Henares) y Lyon Black
(Torrevieja).
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