«Al final, por esas
cosas que pasan, la plaza de la jefatura de sección o de servicio, o de la OPE,
es para fulanito, que, curiosamente, estaba en todas las quinielas»
AGUSTÍN
MUÑOZ SANZ / JEFE DE LA UNIDAD DE ENFERMEDADES INFECCIOSAS DEL HOSPITAL INFANTA
CRISTINA, PROFESOR TITULAR DE PATOLOGÍA INFECCIOSA DE LA FACULTAD DE MEDICINA Y
ESCRITOR
El concurso y la oposición son dos formas legales de
acceder a una plaza en la administración pública. Cuando ya se está dentro, con
plaza en propiedad, existe la posibilidad de volver a concursar para mejorar en
la escala jerárquica. Por ejemplo en sanidad: tras hacer la especialidad por
concurso nacional (Sistema de Médicos Internos y Residentes o MIR), si hay
plazas vacantes y suerte, el parado o contratado puede llegar a médico adjunto.
La medicina es una profesión muy activa, de un dinamismo atroz. Uno no se puede
dormir en los laureles. Al cabo de los años, si se presenta la oportunidad, el
médico adjunto (ahora denominado Facultativo Especialista de Área o FEA), puede
acceder a una jefatura de sección. Años más tarde, y tras forjar un curriculum
vitae dilatado, se está en condiciones de opositar a la jefatura de servicio.
Naturalmente, la selección es cada vez mayor, las oportunidades menos, los
candidatos escasos y las plazas vacantes excepcionales (por la edad de los
propietarios). Se comprende que, tras recorrer esta trayectoria, quien llega a
jefe de un servicio hospitalario, y no digamos si se trata de un centro
universitario de alto nivel profesional y tecnológico, debería ser dueño de, al
menos, las siguientes cualidades: experiencia, capacidad, liderazgo y
currículo. Dicho así suena bien pero cabe preguntar si la realidad acompaña a
la teoría. ¿Se escoge al más experto, capaz, auténtico líder entre sus colegas
de dentro y de fuera, y que posea un sólido currículo profesional asistencial,
docente e investigador?
En países desarrollados y serios en estos asuntos, como
los Estados Unidos, ocurre así. Sirva el ejemplo del prestigioso español
Valentín Fuster en el Hospital Mount Sinai de Nueva York. En España, Cataluña,
Madrid, Andalucía y muchas regiones, siguen esta política en sus centros
docentes y asistenciales estrellas, como no puede ser de otra manera.
Y cabe
seguir preguntando: ¿quién juzga a los candidatos a tan importante puesto
jerárquico? En los sitios serios lo hacen profesionales de igual o superior
categoría, los más capacitados para valorar y juzgar el perfil de los
aspirantes.
En esta rueda de preguntas, alguien se puede interesar
por la situación en Extremadura. La respuesta es que, como en otras cosas,
somos diferentes: los tribunales suelen estar formados, en su gran mayoría por
personas que, sin cuestionar sus méritos y honorabilidad, en no pocas ocasiones
no superan en experiencia, capacidad, liderazgo ni currículo a algunos de los
aspirantes. Esta peculiaridad de nuestra bendita tierra es una muestra más del
caciquismo y subdesarrollo que nos define. Si a alguien le parece exagerado
este planteamiento, baste tener en cuenta un contundente dato referido a un
joven médico con vocación de especialista. Nuestro héroe hipotético estuvo
entre los expedientes más brillantes del bachillerato y de la selectividad,
hizo una dura carrera de seis años, se preparó el MIR en una academia durante
un año (con unos gastos familiares para echarse a temblar), tuvo que competir
con más de veinte mil colegas para escoger una de las seis mil plazas
ofertadas, probablemente muy diferente de la que le gusta, en una ciudad y en
un hospital distinto de donde le gustaría y, cuando acaba el MIR -después de
cuatro o cinco años de guardias y estrés mal pagado- no tiene perspectivas
laborales (como en tantas profesiones) salvo el paro o la emigración. Algún día
consigue un contrato. Si los hados son favorables, muchos años, esfuerzos,
privaciones, desencantos e incertidumbres después, será médico FEA. Este titán
tiene tres veces más de riesgo de problemas psicológicos que los de su edad
(24-30 años), puede ser del 72% que se automedica psicofármacos, del 28% que
fuma o del 40% que no practica ejercicio físico con regularidad (datos de la
Fundación Galatea y del Consejo General de Médicos sobre 300 MIR catalanes) por
la presión insostenible de años en máxima competitividad. Cuando el susodicho
es adulto, maduro, experto y se ha dejado la vida haciendo currículo, decide
presentarse a un concurso u oposición cuyo tribunal que ha de valorar su
trabajo está por debajo de su capacidad. Al final, por esas cosas que pasan, la
plaza de la jefatura de sección o de servicio, o de la OPE, es para fulanito,
que, curiosamente, estaba en todas las quinielas pero no por sus virtudes
profesionales sino porque tiene amigos en el entramado funcionarial y político
de la administración. Y es una quiniela que suele acertar todo el mundo.
Una
suposición, pero con altos visos de ser realidad.
Dentro de unos días se celebrarán varios concursos de
plazas de jefes de servicio y de sección del SES, así como la famosa OPE que
afianzará en su puesto a algunos de los que ahora andan perdidos en su
incertidumbre. Veremos si, tras ver los resultados, seguimos en Extremadura o
hemos empezado a aprender del mundo desarrollado y serio.
Enlace articulo original: http://www.hoy.es/v/20130922/regional/concursos-suposiciones-servicio-extremeno-20130922.html
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