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El Santo Padre «del fin del mundo» aterriza hoy en Brasil para reunirse con
jóvenes de todo el planeta en su primer viaje internacional. El Papa, antes de
partir, destacó que «habrá tantos peregrinos que se puede llamar Semana de la
Juventud»
Un grupo de peregrinos, ayer, en la playa de Ipanema,
durante los preparativos del encuentro Efe
Darío Menor - Corresponsal en la Santa
Sede. Ciudad del Vaticano.
A finales del pasado mes de febrero, Jorge Mario
Bergoglio tomaba en Buenos Aires un avión con destino a Roma, adonde viajaba
para participar en el cónclave del que debía salir el sucesor de Benedicto XVI.
El entonces arzobispo de la capital argentina dejaba su casa y llegaba a Roma
de manera discreta, casi sin hacer ruido. Hoy, Bergoglio vuelve a su
continente, a América Latina, convertido en Francisco, el Papa de los primados
(primer jesuita, primero Francisco, primer latinoamericano), una figura que
gusta a católicos y no creyentes por igual y que en cuatro meses se ha
convertido en la conciencia del mundo.
En el primer viaje internacional de su pontificado –se
estrenó en Italia hace dos semanas con la visita a la isla de Lampedusa para
confortar a los inmigrantes–, Francisco transmitirá su idea de cómo debe
vivirse la fe y construir la Iglesia a las dos millones de personas que
participarán en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Río de Janeiro. Se
espera que de todos sus discursos, intervenciones y gestos rezume esa idea de
«Iglesia pobre y para los pobres» con la que se presentó ante los periodistas a
los pocos días de su elección y de la que ha hecho gala en todas sus decisiones
como Pontífice.
Francisco llega a Río de Janeiro tras poner en Roma
las bases sobre las que se construirá una profunda remodelación de la Iglesia
católica partiendo del Vaticano. En estos cuatro meses, ha instituido tres
comisiones llamadas a invertir la forma en que se tomaban antes muchas
decisiones. El primer comité, formado por ocho cardenales, será su «gabinete»
para ayudarle en el gobierno de la Iglesia universal y en la remodelación de la
Curia romana. El segundo grupo de trabajo estará focalizado en el Instituto
para las Obras de Religión (IOR), la banca vaticana, uno de los grandes
quebraderos de cabeza para los católicos por sus escándalos. La última
comisión, instaurada el pasado viernes, está llamada a reorganizar la
administración y las finanzas de la Santa Sede.
El Papa ha acompañado estas decisiones concretas con
una catarata de gestos y declaraciones que muestran su voluntad de una
comunidad cristiana más sencilla y humilde, alejada de las estructuras y formas
innecesarias, propositiva y sin miedo a la modernidad ni a ir a
contracorriente. No le ha temblado el pulso además a la hora de denunciar los
grandes males de la Iglesia y de la sociedad, como por ejemplo la corrupción.
Se espera que en la JMJ incida en la denuncia de este problema, que tanto daño
hace a la población de América Latina. En estos cuatro meses, en definitiva,
este argentino de 76 años e indudable don de gentes, ha desplegado en todos los
campos una revolución pacífica cuyos efectos podrían multiplicarse con el
multitudinario encuentro de Río de Janeiro.
Francisco no cambia su estilo en ningún momento y
ayer, durante el rezo del Ángelus, su última aparición pública antes del viaje,
volvió a insistir en cómo debe vivirse el cristianismo. Con buen tono y humor,
explicó desde el balcón de su estudio en el palacio apostólico que la «oración
y la acción» deben ir siempre unidas. «En un cristiano, las obras de servicio y
de caridad no están nunca separadas de la fuente principal de cualquiera de
nuestras acciones: la escucha de la Palabra del Señor, el estar a los pies de
Jesús, con la actitud del discípulo», comentó.
Tras la oración mariana, pidió a las miles de personas
congregadas en la plaza de San Pedro que le acompañaran espiritualmente con la
oración en su viaje a la JMJ de Río de Janeiro. «Habrá allí tantos jóvenes, de
todas las partes del mundo. Pienso que se puede llamar la Semana de la
Juventud», dijo muy animado, pues los «protagonistas» de estos días serán los
jóvenes. Una vez terminado el Ángelus, envió un mensaje a sus seguidores en
Twitter en el que decía: «¡Cuántos quisieran estar en Río, para la JMJ, pero no
pueden! Los tenemos presentes entre nosotros por medio de nuestra oración».
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