Estados
Unidos superó en 1945 la crisis de 1929 y antes gracias al esfuerzo bélico que
al «New Deal» de Franklin Deleano Roosevelt y sus charlas junto al fuego.
Dieciséis años dándole vueltas a 17 millones de desempleados recogiendo las
uvas de la ira. Ni los analistas de entonces ni los historiadores dejaron de
satanizar al presidente republicano Hoover por su negligente ceguera hasta 1933
ante el derrumbe de unas Bolsas devenidas en casinos. La máxima suicida de «pon
el dinero a trabajar». Como todas las crisis ciclotímicas, ésta también será
larga aunque parte de la clase política parezca creer que todo se enderezará de
la noche a la mañana, o cambiando un gobierno o un hombre providencial, por lo
que es de agradecer que Rajoy en su primer debate sobre el estado de la nación
haya dejado de lado los cursis brotes verdes con que nos obsequiaba Elena
Salgado.
Hasta gestualmente, Mariano
Rajoy ha puesto el acento en el paro, la corrupción y el desborde nacionalista,
y hay que darle tiempo a su segunda generación de medidas económicas para ver
si funcionan. El paro es el que genera los otros malestares (incluso el
independentismo) y su curva seguirá ascendiendo irremisiblemente. Como el
desempleo no puede crecer al infinito, la pregunta para todos es cuándo
comenzará a descender. Lo que de nada le sirve al presidente es recordar que la
señora Salgado y su jefe Rodríguez Zapatero falsearon el traspaso de poderes.
Los socialistas, como Hoover, son el rey pasmado, adanistas sin mácula, que
jamás cometieron un error y, si así fuera, usan el aguamanil de sus derrotas
electorales para purificarse. Lo que nos aflige en 2013 es responsabilidad
única del desgobierno del Partido Popular. Hasta la corrupción la inventó el
PP.
Un magnate americano cruzaba el
Atlántico rumbo a Nueva York en compañía de Albert Einstein, que iniciaba su
exilio, y con el que compartió largas conversaciones. Al llegar a puerto, la
Prensa abordó al empresario: «¿Habló con Einstein de su Teoría de la
Relatividad?». «Mucho; y me ha convencido de que él la entiende». Con la
intervención central del líder socialista Pérez Rubalcaba ocurre lo mismo: que
parece que él se entiende a sí mismo en sus censuras de medias verdades y sus
propuestas peronistas. Pide mil millones de euros contra la pobreza. ¿Y quién
no aplaude eso? ¿Pero de dónde sale, quién lo administra y cómo se reparte? ¿Lo
maneja Griñán como los ERE? Zapatero, según los días, dice que de lo que se
siente más orgulloso es del matrimonio homosexual o de la ley de dependencia.
Hay que tener cuajo para tener en aquello los hitos de su gobernanza, pero es
que, soslayando el orgullo gay, la atención a los impedidos fue una estafa
populista porque la ley nunca estuvo dotada económicamente.
Quiere el aspirante que la
corrupción la resuelva una comisión de independientes y el perillán apuesta por
un Estado federal que es lo que tenemos pero con otro apellido. Los «lander»
alemanes o los estados brasileros ni lejanamente tienen las competencias de
nuestras autonomías. A Artur Mas, ¿le basta a Artur Mas con ser federal o
quiere república y paraíso fiscal? Sin quitarle los méritos que tenga este
prolongado político, repasaría el océano aprovechando mi nacionalidad argentina
si le viera de presidente con Elena Valenciano de vice. Para peronismo prefiero
el original.
SUMARIOS SECRETOS
Siempre
que voy a la Audiencia Nacional para ver a un juez o a un fiscal me sorprende
el almacenamiento de papeles judiciales en los pasillos. En la Audiencia es
difícil entrar, pero muy cómodo salir con unos cuantos legajos bajo el brazo.
Escribía Azaña que en España la mejor manera de guardar un secreto es
escribirlo en un libro. Y para que un sumario sea conocido masivamente, no hay
nada mejor que decretarlo secreto. ¿Quién filtra? Pues serán los propios
togados o su personal auxiliar. El caso es que el volanteo de sumarios secretos
perjudica la investigación y daña irremisiblemente la honra de los imputados.
El ministro Gallardón pone una pica en Flandes intentando remendar este agujero
y penando a los profesionales de la fotocopia (no a los periodistas). La
Administración de Justicia cuenta con seis sistemas informáticos. Ninguno
compatible con los demás. ¿Cómo puede durar un juicio catorce años cuando se ha
muerto ya hasta el demandante? Al menos comencemos por secretear los secretos.
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