Luis de Guindos, Soraya Sáenz de Santamaría y Cristóbal
Montoro. | Efe
Manuel Jabois
El Gobierno cuando tiene que decir algo
importante sale de tres en tres. Sale siempre Soraya, que ya sabemos que da muy
bien la vez, y si los anuncios son muy duros vienen con ella De Guindos y
Montoro.
De Guindos se coloca a la derecha de Soraya y Montoro, que siempre se
ríe un poco, a la izquierda. Pareciera que Montoro piensa siempre el mismo
chiste al llegar pero prefiere quedárselo para él. Con los tres ya sentados,
Soraya revuelve unos papeles como Carmina se revolvía el pelo –Soraya
hace con los decretos lo que la Ordóñez con la melena, los aplasta y luego los
deja caer secretamente por la frente, en plan fatal- y echa un vistazo
antes de dar los buenos días o las buenas tardes, si llega trastornada.
El
viernes dijo buenas tardes suponemos que por la leyenda de que hay mediodía a
las doce, pero en España el mediodía fue una cosa de los ochenta que no llegó a
cuajar. Buenas tardes ya sólo lo dicen los antiguos o algunos desfasados de la
jet; hay que rescatar la jet. Se dan los buenos días y las buenas noches o no
se dice nada; Soraya dijo buenas tardes porque a lo mejor venía de comer con un
europeo, pero en España a esas horas estábamos levantándonos de cama,
seis millones concretamente por obligación. En Europa no estuvimos
nunca ni se nos espera. Más europeos son los ingleses y si por ellos fuera se
juntarían antes con Alaska.
Decía que el Gobierno sale de tres en
tres como Athos, Porthos y Aramis si fueran liberales mediterráneos,
como la dieta de Telepizza. Suele producirse esta aparición los viernes después
del Consejo de Ministros y nunca hasta la fecha ha sido para dar una alegría. A
veces hay desgracias menores y otras más grandes, pero los anuncios siempre se
mueven en un calculado espacio de tristeza.
Si un día en vez de salir
Soraya sale Laura Pausini nadie notaría nada, salvo que a lo mejor
Montoro ya se ríe en alto. Una de las cosas que yo le tengo que reprochar a
este Gobierno es que nunca ha dado una buena noticia. Lo único que han hecho es
traficar con la esperanza de un futuro mejor y cuando llega lo aplazan para
mañana después de comer; van y hacen un brunch con un europeo, te dicen buenas
tardes a la una y ya no sabes en qué día vives.
Si quieren que gobiernen los
socialistas que lo digan. Rajoy en A Coruña prometió la felicidad. Dijo
en un mitin: "Yo os voy a devolver la felicidad".
Te tiene
que esperar una buena cena y un buen veguero para llegar al estrado y pasar
directamente de impuestos y autopistas para prometer la felicidad. Nunca nadie
se atrevió a tanto y menos en un país que nunca conoció la felicidad, acaso
rachas de entusiasmo, que dice mi amigo Goslum.
La felicidad eran Montoro, Soraya y De
Guindos. El Gobierno los envió esta semana al pueblo como mandaba
Morfeo a Neo y Trinity a Matrix. Su misión fue clausurar la
legislatura, o sea acabar con lo poco que teníamos, que era la emoción, y
asumir que la cifra de parados no bajará mientras ellos sigan en el poder, algo
que como cartel electoral no tiene precio. No vamos a subir los impuestos pero
tampoco vamos a bajar los parados. Lo cual no quiere decir que no vayan a subir
los impuestos ni que tampoco vayan a subir los parados.
De hecho los impuestos
los subieron un poco más el viernes.
Yo creo que Rajoy los manda de
tres en tres para que no se pierdan.
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