La vida es un
instante que pasa y no vuelve. Comienza con un fresco amanecer; y como un
atardecer sereno se nos va.
El sol se despedía
del Imperio Tré. El vasallo caminaba junto a la anciana del molino amarillo.
Iban conversando sobre la vida.
- ¿Qué cosa es lo
que más te gusta de la vida, anciana?
La viejecilla del
molino amarillo se entretenía en lanzar los ojos hacia el ocaso.
- Los atardeceres
-respondió.
El vasallo
preguntó, confundido:
- ¿No te gustan
más los amaneceres? Mira que no he visto cosa más hermosa que el nacimiento del
sol allá, detrás de las verdes colinas de Tré.
Y reafirmándose,
exclamó:
- ¿Sabes? Yo
prefiero los amaneceres.
La anciana dejó
sobre el piso la canastilla de espigas que sus arrugadas manos llevaban.
Dirigiéndose hacia el vasallo, con tono de voz dulce y conciliador, dijo:
- Los amaneceres
son bellos, sí. Pero las puestas de sol me dicen más. Son momentos en los que
me gusta reflexionar y pensar mucho. Son momentos que me dicen cosas de mí
misma.
- ¿Cosas? ¿De ti misma...?
- inquirió el vasallo. No sabía a qué se refería la viejecilla con aquella
frase.
Antes de cerrar la
puerta del molino amarillo, la anciana añadió:
- Claro. La vida
es como un amanecer para los jóvenes como tú. Para los ancianos, como yo, es un
bello atardecer. Lo que al inicio el precioso, al final llega a ser plenamente
hermoso. Por eso prefiero los atardeceres... - ¡mira!
La anciana apuntó
con su mano hacia el horizonte. El sol se ocultó y un cálido color rosado se
extendió por todo el cielo del Imperio Tré. El vasallo guardó silencio. Quedó
absorto ante tanta belleza.
La vida es un
instante que pasa y no vuelve. Comienza con un fresco amanecer; y como un
atardecer sereno se nos va. De nosotros depende que el sol de nuestra vida,
cuando se despida del cielo llamado “historia”, coloreé con hermosos colores su
despedida. Colores que sean los recuerdos bonitos que guarden de nosotros las
personas que vivieron a nuestro lado
No hay comentarios:
Publicar un comentario