La
infanta, este mes en Barcelona. | Gtres
- Laurent de Belgica declaró por
un caso de desvío de fondos
- Su padre acordó que devolviese
el dinero del que se había beneficiado
- Victor Manuel de Saboya se ha
sentado en el banquillo por corrupción
- El rey consorte de Holanda se
vio envuelto en un escándalo económico
Isabel Espiño | Madrid
Aunque todas las casas reales europeas se han visto salpicadas por escándalos
de corrupción o cuestionables ingresos, el caso de la infanta Cristina es
único: la imputación de un miembro de una
monarquía reinante es excepcional.
Los casos más cercanos al de Doña Cristina son los del díscolo príncipe Laurent
de Bélgica -el hijo menor del rey Alberto- y el de Victor Manuel de
Saboya -hijo del último rey de Italia, hoy convertida en República-,
quienes también han visitado los tribunales. Otros escándalos económicos -como
los protagonizados por los Windsor o el rey consorte de Holanda- nunca
llegaron a ser dirimidos por un juez.
En el caso de Laurent, sin embargo, el príncipe belga logró evitar la
imputación y sólo visitó
la corte en calidad de testigo. Fue en 2007, por un millonario
desvío de fondos de la Marina que sentó en el banquillo a 12 empresarios y
altos mandos, entre ellos su ex consejero, el coronel Vaessen. Aunque nunca se
demostró su implicación directa, el caso lo convirtió en el primer píncipe
belga que declaraba en un juicio.
El caso belga
De modo similar a las palabras que dedicó don Juan Carlos a su yerno en su
mensaje navideño de 2011 ("La
justicia es igual para todos"), Alberto de Bélgica también tuvo unas
palabras para su hijo en el discurso navideño que dio unos días antes de que
arrancase el proceso: "Ninguna persona está por encima de la ley y
la justicia debe poder hacer su trabajo con toda independencia".
Laurent -que ocupa el duodécimo puesto en la línea de sucesión- reconoció
haber estado al corriente de que el dinero con el que su consejero personal le
ayudaba a decorar y mantener su casa procedía de la Marina, aunque -dijo-
confiaba en el coronel Vaessen, que había sido designado por palacio, y pensó
que el gasto era legal. En total, habría recibido en especie 175.000 euros
para su villa Clémentine, un montante que el Gobierno y la casa real belga acordaron
que Laurent devolviese.
Sin embargo, el príncipe amante del dinero no aprendió. Después llegarían
sus negocios con uno de los hijos de Gadafi y un controvertido a la República
Democrática del Congo (ex colonia belga) que tanto su padre como el ejecutivo
belga habían desaconsejado.
Tras sus reiterados escándalos, Laurent es controlado de cerca por el
gobierno belga, bajo amenaza de retirar la dotación real que recibe desde 2001.
Ello no ha sido óbice para que el hijo de Alberto II haya vuelto a tropezar
sobre la misma piedra y, a comienzos de este año, debía dar explicaciones al
ministro de Exteriores por sus dudosos contactos con diplomáticos angoleses.
Por ahora, han decidido mantenerle la asignación.
Los líos judiciales de Saboya
Quien sí ha pisado el banquillo de los acusados (y varias veces) es Victor
Manuel de Saboya. En 2006 -sólo tres años después de su regreso a Italia, tras
medio siglo de exilio- pasó una semana entre rejas acusado de corrupción
y explotación de la prostitución.
Aquella investigación policial -que también salpicó a Simeón de Bulgaria-
le sentó en el banquillo de los acusados en 2010 por asociación delictiva y
corrupción con el fin de obtener licencias de máquinas de juegos de azar,
cargos de los que fue absuelto.
El hijo del rey Humberto II de Italia también ha sido procesado por homicidio
y tráfico de armas, cargos por los que tampoco llegó a ser condenado.
Otros casos
En otros casos, aunque no han llegado a ser juzgados, los miembros de las
realezas europeas también han sido acusados de casos de corrupción o 'malas
compañías'. Tal es el caso de Isabel II de Inglaterra ,
quien ha tenido que 'sufrir' algunos escándalos protagonizados por
sus nueras (Sophie Rhys
Jones y Sarah
Ferguson, ya ex del duque de York) e incluso su
hijo Andrés, aunque no llegaron a los tribunales.
Sí estuvo a punto de hacerlo la luna de miel de la heredera sueca.
Un grupo de ciudadanos denunció
a Victoria de Suecia y su marido, acusados de corrupción por haber
viajado en un 'jet' privado y un barco propiedad del empresario sueco Bertil
Hult durante su viaje de novios. Sin embargo, el caso no prosperó porque el
fiscal consideró que, al no tratarse de un cargo electo, no podía considerarse
corrupción. "La princesa y la familia real no encajan en la ley. La
princesa ha heredado su posición así que no está incluida en la categoría de personas
afectadas por la legislación [sobre corrupción]", dijo el fiscal, al
tiempo que se mostraba partidario de cambiar la ley.
Los Bernadotte ya se vieron envueltos en la polémica tras trascender que el
padre de la reina Silvia -acusado de tener vínculos con los nazis- se había
beneficiado de una fábrica requisada a un empresario judío.
También a Bernardo de Holanda, rey consorte y padre de la actual reina, se
le reprocharon sus filias con el régimen de Hitler (en un libro se acusó al
príncipe nacido en Alemania de haber pertenecido al partido Nazi). Sin embargo,
el rey consorte protagonizó su mayor escándalo en la década de 1970: la
compañía aeronáutica Lockheed le acusó de soborno por cobrar un millón
de dólares por sus gestiones para que el ejercito -Bernardo había ocupado la
Inspección General de los tres ejércitos- comprara cazas F-104.
No hubo imputación, pero el escándalo fue tal que la reina Juliana decidió
abdicar. El Parlamento no lo aceptó pero el rey consorte -quien, por cierto,
también conoció a su esposa en unos Juegos Olímpicos, los del 36 en Berlín- fue
desposeído públicamente de honores, títulos y privilegios hasta su
muerte.
Enlace articulo original:
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/04/03/espana/1365004085.html
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