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Seis de cada diez mujeres que interrumpen su embarazo tienen ingresos
propios
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El 90% acudió a clínicas privadas
J. V. Echagüe. Madrid.
No resulta prudente hablar de perfiles,
y mucho menos de clases sociales, a la hora de hablar del problema del aborto.
Sobre todo cuando la estadística revela una realidad distinta. Durante estos
días, el PSOE ha iniciado una campaña contra la inminente reforma de la ley que
ultima el Ministerio de Justicia aludiendo al perjuicio que va a ocasionar a
aquellas madres que no van a poder abortar por falta de recursos económicos.
Sin embargo, los últimos datos sobre las interrupciones del embarazo,
pertenecientes a 2011 y recopilados por el Ministerio de Sanidad, Servicios
Sociales e Igualdad, no muestran precisamente que el aborto sea una práctica a
la que recurran las mujeres sin recursos.
Así, tras la aprobación de la «Ley
Aído», que supuso 118.359 interrupciones en 2011, el porcentaje de mujeres con
ingresos propios que abortaron fueron mayoría: el 59% del total. De hecho, la
ley del aborto de 2010, pensada en principio para que las mujeres sin recursos
accedieran a las intervenciones, apenas supuso un aumento del 4%: del 37% de
mujeres sin recursos al 41%.
Del mismo modo, la estadística refleja
que más de la mitad trabajaba, bien por cuenta ajena –un 49,31%, la situación
más común– o propia –el 3,10%–, mientras que apenas un 23,13% se trataba de
mujeres desempleadas. Además, destaca el hecho de que una inmensa mayoría optó
por recurrir a la Sanidad privada para interrumpir su embarazo. El 89,11%
acudió a una clínica, mientras que el 8,17% se sometió a la intervención en un
hospital privado. El porcentaje de abortos que se llevó a cabo por la Sanidad
pública fue prácticamente residual: menos de un 3%. Por último, en cuanto al
nivel de formación, sólo un 2,30% de las mujeres eran analfabetas o no tenían
estudios.
«Cuando analizamos estos datos, vemos
que están muy repartidos», explica Eduardo Hertfelder, presidente del Instituto
de Política Familiar (IPF). Así, a tenor de las cifras, Hertfelder estima que
el aborto «es un problema generalizado en toda la sociedad».
«Después de 28 años desde su
implantación, y como se ha producido además un aborto libre de hecho, se ha
culturizado dentro de nuestra sociedad». Y, dentro de esta situación,
«cualquier persona de cualquier estrato social ha accedido» al aborto.
Por ello, desde el IPF se considera que
se ha educado en esta cultura a toda la sociedad, «jóvenes y no tan jóvenes, en
la misma proporción y con pequeñas variaciones». No en vano, hay que recordar
que el número de abortos en nuestro país aumentó en torno al 5% con respecto al
año anterior.
Conrado Giménez, presidente de la
Fundación Madrina, cree que el aborto «incluye todo tipo de clase social. Atañe
a la mujer y su maternidad, de todo tipo de condición social, sin
condicionantes».
Con todo, por su experiencia en la
Fundación Madrina–ONG que ayuda a aquellas madres que, bien se ven abocadas al
aborto, bien tratan de buscar una alternativa–, sí que detectan una serie de
perfiles de aquellas mujeres en riesgo de abortar. Así, estarían por un lado
aquellas menores de 20 años cuya causa para interrumpir el embarazo se
encontraría «en la desestructuración familiar que las rodea. No tienen un acogimiento,
pasan más tiempo en la calle, sufren fracaso escolar... Es un perfil que ha
crecido debido a la desestructuración familiar».
Giménez apunta también a aquellas
mujeres de entre 20 y 30 años que piensan en abortar debido a su trabajo.
«Piensan que, si tienen un hijo, o no van a conseguirlo o no van a mantenerlo»,
afirma. De hecho, dentro de este perfil, la Fundación ha detectado que en el
60% de los casos se dan situaciones de violencia machista. «Son situaciones en
las que la pareja no quiere que la madre tenga un hijo», asegura. Dentro de
este perfil, también hay mujeres por encima de los 30 años que, siendo ya
madres, terminan abortando debido a la falta de políticas en la conciliación
familiar y laboral. «Son clases más altas, y las mujeres tienen que decidir
entre la maternidad y el empleo», explica Giménez.
Por último, la población inmigrante ha
sido el sector más atendido por la fundación. «Un bebé puede poner en peligro
su estabilidad». Giménez llega a la conclusión de que aquellos países que
sufren una mayor crisis económica han sido «los que más han apostado por
medidas contraceptivas». «El aborto ha acabado convertido en una medida
económica».
Enlace articulo original: http://www.larazon.es/detalle_normal/noticias/1974659/sociedad/el-aborto-no-es-cuestion-de-clases
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