Hoy
necesito decirte, Señora mía, que ya no hay más vino en la fiesta de mi vida...
Autor: María Susana Ratero.
Hoy
celebraremos la fiesta del Corpus. La fiesta de Jesús Pan de Vida, de Jesús
Vino de Redención, de Jesús Comunión, de Jesús repartido en miles de bocas, de
Jesús habitando en infinitos corazones. Hoy es fiesta de pan, de mesa sencilla,
de manos extendidas.
¿Cómo honrarte, Señor, en esta fiesta? Y se me vienen al alma las palabras de
tu madre... caen, como en tropel, apuradas... las palabras de tu madre:
"HAGAN TODO LO QUE EL LES DIGA".
Hoy necesito decirte, Señora mía, que ya no hay más vino en la fiesta de mi
vida... y tú, me miras a los ojos, caminas lentamente hacia Jesús y le
presentas mi problema. Él susurra algo a tu oído... te vuelves hacia mí y me
dices "HAZ LO QUE ÉL TE DIGA"... repites la frase, una vez, cien,
mil, las que sean necesarias, hasta que yo comprenda.
Pero no me es fácil.
Hoy, si Dios quiere, caminaré en la Procesión siguiendo al Santísimo... hoy...
pero ¿Y mañana?... Cuándo ya no se escuchen los cantos ni haya pétalos de
flores ni olor a incienso... mañana, ¿Seguiré también a Cristo a cada instante?
¿Seguiré haciendo "Lo que Él me diga"? ¿Cómo se hace María
querida?...
- ¡Mi hija amada, es tan
simple!!!, -y tu voz de mil campanas resuena en mi alma y se
transforma en camino-...
hija, es simple, lo cual no significa que sea fácil. Sólo que debes estar muy
atenta. En cada circunstancia, en cada momento, en cada enojo, en cada arranque
de ira, busca el Santísimo y continúa en la procesión.
-Señora, ¿Cómo podré? Soy tan torpe y pecadora, tan impulsiva y atropellada...
- Pues te equivocas mucho
allí, tú no ERES como dices, sino que OPTAS POR SERLO en cada circunstancia.
Recuerda, hija mía del alma, que en toda situación tienes siempre dos
alternativas, una de las cuales es Cristo, tu alma sabe de lo que hablo
¿Verdad?.
- Claro, Señora, claro- y me da mucha vergüenza porque tú conoces que en
demasiadas oportunidades no tomé la decisión correcta.
- Bien, entonces, hija,
intenta que la Procesión del Corpus no termine en tu vida cuando el sacerdote
deje la Sagrada Forma en el altar, haz que toda tu existencia sea una larga
procesión, siempre detrás de Él, siempre.
- Señora, tu misma vida así lo fue, recuerdo las Escrituras. Tú siempre tras
Jesús, de lejos, sin hacer ostentación de tus privilegios de madre, de lejos,
pero con Él. Tu hijo sabía que estabas cerca y al final, cuando ya nadie
quedaba en la última procesión, cuando el cuerpo amado quedó expuesto en medio
del dolor de la Cruz, allí estabas, de pie, sencillamente, con la espada
anunciada desgarrándote el alma... la última procesión, la que acompañaste
hasta el final. Mucha gente fue con Él, mujeres piadosas, el Cireneo, los
discípulos, mas tú, Madre amadísima, llegaste hasta el final. Tu mirada le
consolaba en tan gigantesca soledad... y tanto te amó, que te dedicó las
últimas palabras... en medio de su dolor..."Madre..." y te nombró. Tu
respuesta fue una mirada de amor profundo. Tu respuesta fue la obediencia,
yéndote a vivir a la casa de tu hijo Juan, nacido en el dolor de un adiós. Toda
tu vida, Señora mía, fue una larga procesión tras el Hijo amado.
- Querida mía, mi alma está
feliz porque has comprendido, eso ya es mucho, sé que no será fácil para ti lo
que te pido, pero es el único camino.
- Señora, ¿me acompañarás?
- Siempre, hija mía,
siempre... estaré contigo cada vez que me necesites. ¿Entiendes? No es lo mismo
que cada vez que me llames, sino cada vez que me necesites. Aunque no me
llames, como tu madre que soy estaré para mostrarte el camino de la paz... y
estaré para vendar tus heridas cuando el dolor te llegue. Estaré como estoy con
cada hijo mío, de quien conozco su nombre, su alma, sus problemas, sus
angustias y alegrías, sus soledades, sus vacíos. Estoy para decirles que hay un
Dios que los ama, que los ama tanto, tanto, que quiso quedarse con ustedes en
la Eucaristía. Estoy al lado de cada sacerdote al celebrar la misa, como madre
atenta. Estoy porque los amo mucho y porque allí está mi Hijo. Estoy con el
sacerdote en la misa y, también, en las soledades de su alma, cuando los
feligreses se van, cuando se apagan las velas, cuando el silencio lo invade
todo, cuando los sueños se rompen, cuando la soledad irrumpe sin permiso,
estoy, siempre, estoy allí. Con las religiosas, en su oración silenciosa que se
transforma, al llegar al cielo, en canto agradable a Dios. Estoy con los
laicos, desde el primero hasta el último, no hay escalas para mí. Hija mía, te
deseo a ti y a todos los que leen estas líneas un feliz día del Corpus, nos
vemos en la Procesión, en las dos, en la de hoy y en la otra... la Procesión de
la vida...
NOTA DE LA AUTORA "Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna."
Autor: María Susana Ratero.
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