Me parece imperdonable que la princesa de Asturias
recicle una tiara que Francisco Franco le regaló a su suegra”.
Titulares más impactantes, me pedía el desabrido
director de este periódico. Bueno, pues ahí va ese: “Reproches a Letizia por
franquista”. ¿A que mola? El pretexto nos lo da Almudena Grandes, siempre tan
generosa ella. Y es la cosa que Almudena Grandes, en El País, saca la vena
miliciana y la emprende con Doña Letizia a cuenta de la diadema –o lo que sea–
que lució la Princesa de Asturias en la coronación del rey de Holanda.
¿Cuestión de gustos? No, de disgustos, y mire usted por qué: “Yo puedo
comprender, y hasta aplaudir –tolera Almudena–, que la Casa del Rey recorte sus
gastos, pero me parece imperdonable que la princesa de Asturias recicle una
tiara que Francisco Franco le regaló a su suegra”.
Se refiere la autora a la suegra de Letizia, o
sea, a Doña Sofía, no a la suegra de Franco. Y bien, ¿qué culpa tiene el
tomate, o sea, la tiara? Ninguna. La culpa la tiene Franco: “Tampoco creo
–prosigue la Grandes– que se trate de un fallo de comunicación de la Corona. Es
algo peor, y es lo de siempre. Letizia Ortiz no estudió en el Instituto que
Franco fue el responsable de la muerte de cientos de miles de españoles, pero
ya tiene edad como para haberse informado por su cuenta”.
¿El instituto? Veamos. Letizia Ortiz nació en
1972 (con perdón). Al instituto debió de llegar allá por 1986, o sea, ya con la
LODE socialista en marcha (la LOGSE llegaría después). Doña Letizia, por
cierto, estudió en los institutos Alfonso II y Ramiro de Maeztu, que son
nombres que a doña Almudena deben de producirle erisipela. Se crió en Rivas
Vaciamadrid, gobernado por la izquierda desde 1987 y que se ha ganado justa
fama de ser la reserva roja de Madrid. Luego estudió –Doña Letizia– en la
Universidad Complutense, y además Periodismo, donde la izquierda siempre ha
hecho lo que le ha dado la gana. O sea que si de algo no se enteró la Princesa,
no fue desde luego de la maldad malísima de Franco.
Otra cosa es eso de los cientos de miles de
muertos que la Grandes imputa al dictador. Hay muchos historiadores de
izquierdas que juegan con las cifras poniendo ceros como si se tratara de un
cheque sin fondos, pero sus teorías se estrellan una y otra vez contra las
pruebas. Hay muchas cifras, pero hay pocas listas. Todas las teorías sobre el
“genocidio español” se vienen abajo cuando uno pregunta por los nombres.
Además, Almudena, ¿para qué vamos a engañarnos? Ese argumento de la vindicación
de las víctimas no puede emplearlo quien, como usted, ha elogiado públicamente
a los milicianos sudorosos que violaban monjas durante la guerra, ¿no?
De todas maneras, y por si el argumento
guerracivilista no colaba, la Grandes –qué grande– echa mano de repertorio
republicano tradicional: “Si además está enterada de que el único respaldo
directo que obtuvo Juan Carlos I fue su aprobación por las Cortes franquistas,
más le habría valido asistir a la coronación de Guillermo de Holanda con una
diadema de bisutería”. Hombre, esto sí que está bien, porque resulta que una
buena parte de la prensa de izquierdas -¡y de derechas!- lleva años tratando de
convencernos de que Don Juan Carlos siempre fue antifranquista, más aún, que
casi fue rey a pesar de Franco, y que la cosa salió de milagro. Pues no, en
efecto: como dice Almudena Grandes, al Rey lo nombró Franco. Lo que pasa es que
luego, Almudena querida, hubo una Constitución que legitimó democráticamente el
invento, y eso se te olvida, pillina. Empiezo a preguntarme cómo le quedaría a
Almudena Grandes en la cabeza la tiara de marras. Y ahora, huyamos de aquí.
En el otro lado del arco tenemos a Salvador
Sostres, que con tal de llamar la atención es capaz de tomar la defensa del Rey
y, además, hacerlo desde las páginas de El Mundo, que tiene mucho más mérito,
porque los pasillos de esa casa huelen a guillotina que atufan. Y ahí va el
paladín Sostres y proclama: “Episodios como los del elefante y chismorreos como
los de Corinna no desgastan a un rey consolidado y querido como Juan Carlos ni
ponen en entredicho la vigencia de la Monarquía, ni su utilidad. Los reyes
siempre han cazado, y siempre han retozado, y esto el pueblo lo ha visto
siempre con mucha más simpatía que enfado”.
Tan lírico se ha puesto Salvador que hasta le ha
salido un pareado en el tramo final del párrafo. Pla lo habría juzgado
imperdonable. Y al rey, ¿se le puede perdonar? Es evidente que sí, pero no sé
yo si a Sostres le perdonarán Pedrojota e Inda, porque así, a lo tonto y como
no quien quiere la cosa, el catalán se ha cargado una buena docena de portadas
de El Mundo al ventilar lo de Corinna como un “chismorreo”.
Sostres dice más. Desmarca al monarca (el ripio
es mío) del caso Urdangarín y dice: “La paciencia y la generosidad que tanto el
pueblo español como la Casa Real han mostrado con Iñaki Urdangarín y con sus
múltiples y profundas equivocaciones tiene el evidente límite de salvaguardar
la credibilidad de un Rey que tanto ha aportado hasta ahora como lo que puede y
debe continuar aportando en estos momentos tan delicados”. Larga frase, vive
Dios. Pero necesaria para llegar sin resuello y expectante al párrafo
definitivo. Este: “El tiempo de la condescendencia ha terminado, el Rey ha
vuelto a tomar las riendas de un modo personalísimo y decidido, y no dudará en
apartar fulminantemente a quien le perjudique en su imprescindible labor de
recuperación de España”.
Recuperar la España perdida. Como Alfonso II el
Casto y Alfonso III el Magno. Ahí es nada. Para que te vayas enterando,
Almudena, de lo que vale una tiara.
Julio Echevarría
Enlace articulo original: http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/opinion/reproches-letizia-por-franquista-20130507
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