Esther L. Palomera. Madrid.
Baviera es un Estado libre y Cataluña, no. Bajo esta
premisa la dirección federal del PSOE recela de la «solución bávara» que desde
el PSC se ha sugerido como solución a los problemas entre ambos partidos. Desde
que los socialistas catalanes rompieran por primera vez en 35 años la
disciplina de voto en el Congreso de los Diputados para apoyar el llamado
«derecho a decidir», sendas formaciones buscan fórmulas para reconstruir los
puentes rotos, si bien tras la convulsión de los primeros días en los que hubo quien
clamó por la ruptura, hoy el «souflé» ha bajado. Si en principio se habló de la
inminente revisión del protocolo de relaciones que ambas formaciones tienen
suscrito desde 1979, ahora la decisión pasa por «aparcar la forma hasta llegar
a un acuerdo en el fondo», según palabras de la vicesecretaria general del
PSOE, Elena Valenciano. Dicho de otro modo: el protocolo de relaciones se
negociará en paralelo al debate sobre el modelo territorial que culminará en
una conferencia política en junio y cuyas conclusiones deberán ser aprobadas en
un Consejo Territorial de barones un mes después.
Hasta entonces, todas las fórmulas para recomponer la
complicada cohabitación están abiertas, pero Rubalcaba ha sido categórico en
las bases sobre las que deben sustentar las relaciones: «Simetría, reciprocidad
y autonomía». Y sobre ellas trabajan sendos equipos de coordinación a los que
se han incorporado del lado del PSOE el veterano Ramón Jáuregui y del PSC,
Miquel Iceta. De éste partió la solución bávara con el propósito de mantener la
alianza, pero también de replantear el pacto para acabar con la asimetría.
Es el modelo que rige las relaciones entre la Unión Demócrata Cristiana de
Alemania (CDU) y la Unión Social Cristiana de Baviera (CSU), dos partidos
coaligados, con grupo conjunto en el Parlamento alemán, que votan
del mismo modo salvo en asuntos de especial relevancia territorial, pero que
tienen estructuras organizativas separadas. La fórmula, que ha sido
sugerida pero no planteada formalmente, no convence en el PSOE. Primero, porque
Cataluña no es un Estado libre como Baviera; segundo, porque en Baviera no hay
ningún desafío secesionista y tercero, porque no hay simetría entre la relación
del CDU-CSU y PSOE-PSC, ya que no hay participación recíproca en los órganos de
gobierno. Y es que los socialistas catalanes mantendrían su propia estructura
de partido, pero dejarían de participar en los congresos del PSOE y
saldrían de sus órganos de dirección. Sería una coalición de partidos que iría
a las elecciones conjuntamente sólo en Cataluña.
La solución se antoja difícil y por eso se ha
constituido un comité de coordinación que presiden Valenciano y Antonio Balmón,
cuya última cita en Madrid se saldó con el compromiso de aparcar las
diferencias hasta avanzar en la negociación sobre el modelo territorial. La
próxima cita tendrá lugar en Barcelona después de Semana Santa y a ella ya
acudirán Jáuregui e Iceta.
Valenciano asumirá la negociación
La «fórmula Griñán» se implantará en la dirección del
PSOE a partir del jueves. Rubalcaba ha decidido atender la «sugerencia» del
andaluz y reforzar orgánicamente a la vicesecretaria general, que asumirá las
tareas de coordinación y la dirección directa del área de Organización. Todo
ello en detrimento del que fuera mano derecha de José Blanco, Óscar López,
quien asumió en exclusiva el pacto de los socialistas de Ponferrada con un
«acosador sexual» condenado en sentencia firme. Reforzará además el área de
Igualdad, que dirige Puri Causapié, que a partir de ahora estará en el
escalafón orgánico al mismo nivel que López. El refuerzo de la estructura de
Igualdad supondrá además una mayor participación en la toma de decisiones en el
Congreso y el Senado. La dirección pretende así pasar la página de la pifia de
Ponferrada, lo que no acallará, seguro, las voces que cuestionan el liderazgo
de Rubalcaba y piden cambios en el proyecto y en las caras.
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