José Ahumada
- Después de una baja de seis meses por fuertes neuralgias, la magistrada de los ERE falsos de Andalucía ha regresado implacable para desentrañar la trama de corrupción
Vanesa Gómez
Según los
expertos, la sensación es similar a la de recibir un disparo en plena cara: un
latigazo de intenso dolor en el rostro que paraliza y acobarda. Claro que
quienes padecen de neuralgia del nervio trigémino no reciben un tiro, sino
cientos, y a veces en un mismo día. Cualquier roce puede desencadenar un
episodio: lavarse los dientes, aplicarse maquillaje o el simple contacto con
una corriente de aire. Supone tal tortura, que también recibe el nombre de
«enfermedad del suicidio».
Este es el
mal que ha mantenido apartada del trabajo durante seis meses a la juez Mercedes
Alaya, instructora del caso de los ERE de Andalucía. Más pálida y visiblemente
más delgada, reaparecía a principios de mes en el juzgado de Sevilla. A simple
vista, son los únicos cambios que se han operado en ella durante este medio año
de baja: su aire enigmático, su elegancia y su seriedad permanecen intactos.
Como su entrega. Tras su reincorporación, han bastado unos días para que
quienes auguraban que la reciente enfermedad afectaría a su ritmo de trabajo
comprendiesen lo equivocados que estaban: si antes de su marcha podía hablarse
de una actividad endiablada, lo de ahora es ya puro frenesí. Veintidós
detenidos y una sesión ininterrumpida de interrogatorios de 24 horas son la
prueba de que se encuentra en plena forma.
Sin ceder a la presión
El Tribunal
Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) ha llamado la atención a la juez sobre
la necesidad de acelerar la instrucción de las grandes causas que está
investigando, cuya complejidad están contribuyendo a alargarla. En su ausencia,
dos magistrados -Ana Rosa Curra y Rogelio Reyes- se habían hecho cargo de los
procesos, que hicieron avanzar muy lentamente; a su vuelta, Alaya ha insistido
en continuar en exclusiva con las investigaciones, sin ceder a las
presiones del TSJA para que las comparta.
La juez dio
un golpe de efecto la semana pasada poniendo en marcha la «Operación Heracles»,
en la que doscientos agentes de la Guardia Civil a sus órdenes realizaron trece
registros en siete provincias y practicaron una veintena de detenciones. La
magistrada apuntó directamente a los intermediarios que se metieron dinero en
el bolsillo por la concesión de los ERE fraudulentos. Para Alaya, la cantidad
de dinero defraudado asciende a 136 millones.
Son los
responsables de este engaño los últimos que han desfilado ante Mercedes Alaya,
que lleva camino de convertir sus interrogatorios en algo legendario. El año
pasado dejó pasmados a quienes asistieron a sus encuentros con Javier Guerrero,
exdirector general de Trabajo célebre por sus juergas con prostitutas y
cocaína: llegaron a compararla con una serpiente que hipnotiza a su víctima
antes de acabar con ella. Dura y cruel en otras ocasiones -hasta el extremo de
motivar quejas de los acusados- se mostró afable y simpática con el presunto
cerebro de la trama, ante quien desplegó todos sus encantos. Eso sí, la
conversación animada y las risas cómplices no impidieron que Guerrero acabara
entre rejas.
Otra versión de sí misma
El pasado
sábado, Alaya ofreció la otra versión de sí misma: volvió a ser la
investigadora inquisitiva, incansable y tenaz, capaz de doblegar voluntades.
Viéndola salir del juzgado, siempre bien vestida, con gafas de sol y
arrastrando su inseparable maleta de documentación, nadie imaginaba que
acababa de terminar una maratoniana jornada que había empezado exactamente
veinticuatro horas antes. Si sus compañeros ya admiraban su capacidad de
saltarse comidas para permanecer horas y horas en su despacho, ahora saben que
también puede prescindir de dormir cuando tiene algo entre manos.
Así como
Javier Guerrero se convirtió en el gran protagonista durante la primera parte
de la instrucción, las nuevas pesquisas siguen añadiendo nombres a la nómina de
personajes controvertidos. Entre toda esa lista de presuntos caraduras ha
ganado relevancia Juan Lanzas, un exsindicalista de UGT, que actuó como intermediario
en los ERE, y que, según la juez, llegó a embolsarse 13 millones de euros desde
1990. En el registro del domicilio de sus padres, los perros de la Guardia
Civil encontraron 82.000 euros en fajos de billetes metidos debajo de un
colchón.
El aura de
misterio que la rodea permanece intacta: durante los seis meses de
convalecencia no han trascendido nuevos detalles de su vida privada. Mercedes
Alaya sigue siendo esa mujer de aspecto impecable que nunca aparenta la edad
que tiene (casi 50 años). En cualquier caso, se trata de una imagen vistosa que
a veces parece distraer de lo que realmente importa: que estamos ante una juez
implacable y minuciosa, que ejerce su profesión con mano de hierro.
Enlace
articulo original: http://www.abc.es/estilo/gente/20130330/abci-juez-alaya-enfermedad-201303301235.html
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